Final

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Gracias por tanto, las amo demasiado

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Gracias por tanto, las amo demasiado. Todavía no me despedido porque nos leemos el miércoles en el primer epilogo, y el fin de semana en el último. Feliz San Valentín. Gracias por acompañarme en esta aventura. Pónganse cómodas y disfruten de la lectura. 

Para mis intensas, con amor. 

El agua caía con suavidad por el cuerpo desnudo de Cami, deslizando la espuma que le cubría la piel. Se encontraba quieta bajo la ducha, barriendo con las manos las gotas en su rostro, con una expresión de serenidad que me inquietaba. El aroma que desprendían las velas y el olor de su loción de baño, se suponían tenían un efecto relajante, sin embargo, mi pulso seguía alterado al igual que mi ritmo cardíaco.

—¿Otra? —Mi voz sonó firme pese a la inquietud que me gobernaba. Me acerqué un poco más a la puerta de la ducha que se encontraba abierta, esperando que respondiera.

—Sí, es otra contracción.

Miré el reloj anotando mentalmente la hora exacta que marcaba. Estaban sucediendo con un espacio de veinte minutos, y aún parecían tolerables. No obstante, no podía evitar angustiarme ante su ceño fruncido y sus largas respiraciones.

—Nicole está por venir.

—Lo sé, tranquilo.

Escucharla decir aquello me robó una corta risa. No esperé verla así de controlada, menos que fuese ella quién intentase tranquilizarme. En lugar de solo alcanzarle la toalla, esperé que se acercara por completo para cubrirla con ella. Detecté el ligero temblor en sus dedos cuando la anudaba, no tenía claro que si aquello era una señal de nervios, o un reflejo del dolor que estaba sintiendo.

—¿Qué tan intensas son?

—Apenas duele.

La observé estudiando los gestos en su rostro tan nervioso como cuarenta minutos atrás, cuando se apareció en la cocina para ponerme al tanto de lo que ocurría. Me dio la espalda para entrar al clóset, avanzó con paso lentos y la mano derecha sujetando el costado de su espalda baja.

—¿Mi tía terminó de ducharse? —preguntó Luciana a gritos. Asomé la cabeza en el umbral de la puerta que llevaba a la habitación. Se encontraba tendida en la cama de Cami, boca abajo y moviendo los pies en el aire mientras miraba algo en su teléfono.

—Sí, mi amor.

Luciana sabía lo que estaba pasando, sin embargo, parecía no estar asustada por ello. Desde que cruzamos la puerta de la habitación fue directo a la cama. Sin hacer preguntas o algún comentario permitió que no fuera incómodo el momento en el que entré al baño con Cami, para ayudarla a darse una ducha.

—¿Mi tía Cami está bien?

—Todo bien, mi consentida —sonó la voz de Cami a lo lejos.

Aunque sonaba como si fuese cierto, decidí comprobarlo por mí mismo. Me acerqué al clóset donde Cami se encontraba peinándose.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora