Capítulo treinta y dos

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Holis, las amo, gracias por esperarme

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Holis, las amo, gracias por esperarme. Pónganse cómodas y a leer. 

—No te va a responder, date por vencido.

Ignoré a Julia y marqué de nuevo, deseando que estuviera equivocada. No iba a conseguir dormir tranquilo sin hablar con Camila. Después de todo lo que había pasado entre los dos, necesitaba tener la certeza de que las cosas se encontraban bien, no podía enojarse y evitarme solo por la aparición de Julia.

—Tiene que hacerlo, no la llamo únicamente para saber de ella. Hablamos todas las noches antes de que se vaya a la cama.

—Está enojada, ¿no viste la forma en las que nos observó? Me dio un poco de miedo. Tiene una mirada intimidante.

—Toda ella es intimidante —reconocí mientras escribía el quinto mensaje de la noche.

—Debí haberme quedado en el aeropuerto esperando el primer vuelo que me llevara a San Francisco.

Reconocer el arrepentimiento en el tono de su voz me instó a ocultar mi desesperación por la falta de respuesta de Camila. Julia había pasado por mucho en una sola noche, quería evitar hacerla sentir peor.

—Julia, lo de puedes contar conmigo para lo que sea, era en serio. Me habría enojado contigo si no me hubieras buscado.

—Te metí en problemas.

—Con Cami estoy un poco acostumbrado a ellos.

Sus labios se curvaron en una media sonrisa que se amplió cuando pasé el brazo por sus hombros para acercarla a mi pecho. Quería reconfortarla después del día terrible que había tenido. El viaje que planeó con la rubia con la que estaba saliendo, fue un completo desastre. Jamás llegaron a la Riviera Maya como se lo propusieron. Una gran pelea en plena escala del vuelo la dejó varada en el aeropuerto de la Ciudad de México. Sola, en un país desconocido y en medio del drama de otra relación fallida. Mientras escuchaba el largo suspiro que soltó de la nada, pensé en lo angustiada que debió haber estado por mi falta de respuesta a todas sus llamadas. La imaginé desesperada movilizándose hacia la constructora, lugar en el que le dieron la dirección del penthouse en dónde el portero supuso que aún vivía.

—En serio lo lamento.

—Ya, no te preocupes. Es mejor que descanses, mañana le pediré a Milena que te consiga un vuelo a primera hora.

—¿Podría ser más tarde? No tengo prisa por encerrarme sola y aburrida en un departamento. Se suponía que este sería un fin de semana increíble.

—A la hora que quieras. Podría mostrarte un poco de la ciudad para que no te lleves una mal recuerdo... No es cierto, no puedo —reflexioné recordando el partido de Luciana.

—¿Por qué?

—Mi sobrina tiene un partido de fútbol mañana, le prometí estar ahí.

—¡Vamos juntos! Me encanta el fútbol.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora