Valentina y Lorenzo viven en el mismo edificio, uno sobre el otro. Su relación comenzó con el pie izquierdo desde el día en que él se mudó.
Valentina se encuentra en el último año de su carrera universitaria, tiene el mejor promedio de su promoció...
—Ese es su nombre, Vi. Se llama Lorenzo Bartolini.
—¡Como el de la película!
Frunzo el ceño.
—¿El de la película?
Esta mujer necesita dejar de ver tanta televisión.
—Cartas a Julieta. Ya sabes, el de la viejita que busca al amor de su adolescencia por Italia y la chica de Mamma Mia la ayuda.
—Ah, sí. Creo que se llama igual.
—Voy a buscarlo en Instagram.
Ay, Jesús.
—Claro que no.
—Claro que sí.
—Tengo su correo.
Sueno emocionada. Nunca he sido una mala vecina pero siempre hay una primera vez para todo; es un poco excitante tener su correo. No será una gran venganza pero por algo se comienza. Sus cuentas no se pagarán solas. Quizás, si tengo suerte, no pague la cuenta de la electricidad y terminen por cortársela.
Quizás debería pensar en mejores venganzas.
—¿No es ilegal robar correo?
Ruedo los ojos.
Exagerada.
—No lo robé, me lo entregó el cartero.
—¡Oh Por Dios!
Miro el teléfono, confundida. ¿Tanto le sorprende?
—Es algo normal en este edificio.
—Nada de eso, tonta. Encontré su Instagram, es candente.
Lo es, pero no lo admitiría. No en voz alta, al menos.
—No lo creeras, le acaba de llegar el resumen de pago de la tarjeta de crédito. Intenta acertar cuanto debe.
—Val, no creo que sea una buena idea que mires su resumen.
—Adivina.
Definitivamente he perdido la cabeza, la falta de sueño está haciendo estragos en mis neuronas.
—¿Dos mil?
—¡Diez mil! Y todo en alcohol. ¡Es por sus fiestas!
—Bien, duerme un poco. Llamaré al loquero, creo que dentro de una hora llegarán a tu casa.
—Ja, ja.
Corto la llama y suelto un suspiro al escuchar los primeros acordes de una guitarra eléctrica.
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Les comporto un meme que hice para promocionar la historia
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