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Sábado 14 de octubre, por la noche

A las siete de la tarde, Victoria me sometió a –según ella- una intervención de belleza.

Cortó las puntas de mi pelo, lo peinó, me maquilló y eligió mi ropa. Me sentí como una niña pequeña.

—¿No crees que es un poco mucho? –pregunto, observando el vestido-. Ni siquiera es mi fiesta.

—Es tu cumpleaños, a nadie le importa si no es tu fiesta. 

Hago una mueca pero no discuto, realmente me gusta el vestido.

—Gracias –le digo, señalando el vestido que acaba de regalarme.

—De nada, cielo –sonríe y sale de la habitación.

Me enfundo en el vestido, es corto, negro y repleto de brillos. Se ajusta en mi cintura y tiene falda campana, es realmente precioso. Me coloco zapatos negros a juego y finalmente estoy lista.

Odio perder tiempo en vestirme.

Sin embargo, me miro en el espejo y sonrío.

Ojalá Lorenzo asistiera a la fiesta.









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