33

3.8K 356 25
                                    


Miércoles 26 de julio, por la tarde

Llego a casa luego de haber trabajado por ocho horas, estoy exhausta y hambrienta. Podrí­a comerme una vaca si no me sintiera culpable.

Suena mi móvil y no puedo evitar rodar los ojos. Si es mi jefe renuncio... necesito descansar. ¡Soy estudiante! Mi cerebro no funciona más de ocho horas seguidas.

Miro la pantalla... es mamá. No hemos hablado desde que le conté de Lorenzo.

—¿Hola?

—¿Vale?

Su voz suena rara, como si hubiese estado llorando y a mi mente llegan miles de escenarios posibles, ninguno alentador.

—¿Qué pasó mamá? ¿Es la abuela? ¿Volvió a sufrir un infarto?

—No, no.

Miro el móvil, desesperada. ¿Qué demonios sucede? ¡Habla, mujer!

—¿Mamá?

Toto falleció hace una hora.

Cierro los ojos con fuerza y corto la llamada.

Toto.

Él era mi perro... mi pequeño bóxer.

EnlazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora