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Martes 8 de agosto, por la noche

Suena el timbre, como siempre en un momento inoportuno. Dejo el tenedor sobre la mesa y me dirijo a abrirla.

—Quizás necesite una llave.

—Ni lo sueñes.

Sonrí­e de lado.

—¿Ya estás comiendo? ¿Sin mí?

—Mañana debo despertar temprano.

—Traje comida.

Me enseña una caja de pizza, hasta ese momento no me habí­a percatado de ese detalle.

—Hice espagueti.

—Podemos comer ambos.

No es una mala idea.



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