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Lunes 28 de agosto, por la noche

Llego a casa después de ir a la farmacia que se encuentra a pocas calles del edificio. Compré agua oxigenada y gasas tal como lo solicitó mi vecino.

Sé que no se merece mi ayuda después de que me trató como basura pero si algo he aprendido es que comportándose de la misma manera no se soluciona ningún problema.

Lorenzo está en el sillón, con una servilleta de papel sobre los cortes de su rostro. Se ve fatal.

Se lo merece... un poco.

ꟷGracias.

Niego con la cabeza para que se calle. Me siento frente a él y tomo el agua oxigenada.

ꟷPuedo hacerlo yo, soy doctor.

ꟷEvidentemente no puedes, por eso viniste por ayuda.

Sonríe.

Limpio sus lastimaduras con cuidado. Me encuentro de mal humor, detesto las peleas a golpes y más tener que curar a alguien que se metió en una.

ꟷGracias -repite.

ꟷListo.

Me mira y sonrí­e.

ꟷCortaste tu cabello.

ꟷGracias por el descubrimiento, Einstein.

Ríe.

ꟷMe gusta cómo te queda.

ꟷGracias. Ahora vete, debo dormir.

Asiente con la cabeza y camina hacia la puerta.

ꟷ¿Mañana quieres ir a cenar?

Lo miro extrañada.

ꟷPara hacer las paces.

Asiento.

ꟷPaso por ti.

Asiento nuevamente.

Abre la puerta y me sonrí­e desde el umbral.

ꟷGracias.

ꟷDe nada.

Cierra la puerta y me deja confundida por sus cambios de humor.

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