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Viernes 11 de agosto, por la tarde

Lorenzo está en casa, con alguna brujería oscura ha logrado que lo deje entrar. Su hermana se ha ido pero afirma sentirse solo.

—Realmente tengo cosas para hacer.

Me mira desde el sillón. Yo no lo invité a sentarse.

—Pues hazlas.

—Pero estás aquí.

—Lo estoy.

—Vete.

Hace puchero.

Se ve adorable.

—¿Nunca te sentiste sola?

Todo el tiempo pero no pienso admitirlo.

—No.

—¿Tienes siquiera corazón?

Rí­o.

—No, claro que no. Soy un monstruo.

—Ya lo decía yo.

Ruedo los ojos, está alargando la situación a propósito.

—Vete.

—Te invito al cine.

—Vete.

—¿Hoy a la noche?

Niego.

—Tú eliges la pelí­cula.

Niego.

—Eliges la pelí­cula, puedes invitar a alguien y pago todo.

¿Cómo rechazar eso?

—¿Comprarás palomitas?

Asiente.

—Consí­guete amigos, de verdad.

—¿Es eso un sí­? -sonrí­e ampliamente.

Asiento. ¿Cómo decirle que no a esa sonrisa?


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