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Sábado 29 de julio, a la medianoche

Finalmente se va, dijo que sus ex se deben haber cansado de buscarlo y probablemente estén en sus propias casas. Espero que así sea, no quiero que vuelva por refugio. 

No quiero que piense que he olvidado todo lo que nos hemos hecho.

—Gracias por la comida y la película.

—No te acostumbres.

Sonríe de lado, me gusta ese gesto.

¡NO! Valentina, no. Es Lorenzo... el estúpido de las fiestas.

—Si no sales del umbral de mi puerta no puedo cerrar.

—¿Sabes? -ladea la cabeza y me observa detenidamente.

Me hace sentir expuesta, me hace sentir desnuda... no me gusta.

No me gusta en absoluto.

—Deberías dejar de preocuparte por tu peso.

Me quedo muda. ¿Qué demonios?

—No te hacen mal unos kilos de más.

Frunzo el ceño. Voy a matarlo.

—Cuando dejes de preocuparte por los kilos y las calorías verás que hay mejores cosas en la vida.

¿Acaso no tiene un sexto sentido que le avisa cuando callar?

—Cuando dejes de pensar en eso te sentirás mejor contigo.

—¿Tú qué sabes?

Es un hipócrita... tiene el cuerpo perfecto y me habla de kilos de más.

Idiota.

—Me he acostado con chicas con muchos kilos de más.

—Eres desagradable.

Rí­e.

—¿Por acostarme con chicas sin que me importe su peso?

—Por contarlo.

—El sexo no mata, vecina. Te vendría bien un poco.

Cierra la puerta y se marcha, dejándome con una palabra picando en mis labios.

Idiota.




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