Capítulo 4; La encerrona 🔞 (Editado)

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Llevo tres semanas en la facultad

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Llevo tres semanas en la facultad. Tres semanas de trabajos interminables, de exámenes sorpresas, y de tardes de estudios sin fin. Tres semanas en las que he conseguido esquivar a Izan como una Ninja, en las que he encontrado trabajo en una librería cercana a media jornada, en las que mi madre no me ha importunado ni una sola vez, y en las que he conseguido hacerme amiga de mi compañera de habitación.

El balance general hasta ahora es bastante positivo. Y digo hasta ahora, porque los planteas parecen haberse alineado en mi contra, y la racha de buena suerte se me ha terminado. Acontecimientos encadenados y sin ningún vínculo entre sí, me han traído al momento en el que me encuentro.

Caminando con Keyla de camino a la fraternidad donde reside Izan.

Hubiese preferido cortarme un brazo antes que ir a su encuentro. Y llevo unos diez minutos, tratando de entender cómo me he visto envuelta en esta situación.

Todo comenzó a la hora del almuerzo. Hacía un día espléndido. Keyla, Sarah, y yo estábamos comiendo en los jardines de la facultad, aprovechando los últimos rayos de sol del otoño, cuando Jessy apareció hecha un mar de lágrimas. Tardamos varios minutos en conseguir que se tranquilizara y nos explicara qué era lo que le había sucedido. Finalmente nos confesó que tiene novio, y que había discutido con él por enésima vez por teléfono.

Al parecer, llevan tres años de relación, y Luc, así se llama el chico, le fue infiel pocas semanas antes de comenzar la facultad. De ahí que ella estuviese tan interesada en Izan, de ahí que lleve toda la semana llorando por los rincones, de ahí que decidiéramos salir esta noche para ayudarla a olvidar su mal de amores.

Keyla propuso asistir a una discoteca que hay cerca del campus, y a todas nos pareció genial. Y ahí comenzó el principio de esta catástrofe sin precedentes.

Odio los baños compartidos más que a las polillas. No es solo el tener que hacer malabarismos para que nadie me vea desnuda, o ducharme a toda prisa temiendo que el agua caliente se agote. Es no poder secarme tranquila, en la intimidad de un baño privado, donde pueda acicalarme sin tener que estar viendo otros cuerpos semidesnudos. Así que cuando he terminado de asearme, salgo disparada hacia mi habitación para tratar de hacer un milagro con mi pelo.

No me sorprende no encontrar a Jessy cuando entro en la habitación. Se supone que en veinte minutos hemos quedado para salir, y estará arreglándose en los vestuarios de la residencia. La mayoría de las chicas suelen hacerlo allí.

Secarme el pelo sin darle un volumen excesivo es prácticamente imposible. Y cuando termino y me miro en el espejo, resoplo y resisto la tentación de recogerlo con una trenza o un moño. Los bucles están perfectamente uniformes, pero parezco un micrófono.

Estoy terminando de maquillarme cuando unos golpes suenan en la puerta. Me acerco, y cuando la abro me encuentro con Keyla.

Decir que mi amiga va espectacular, sería quedarme corta. Lleva un vestido verde lima que le queda como un guante, y que resalta a la perfección sus bonitos ojos celestes. Es entallado, sin mangas, y le queda por encima de la rodilla. Lleva la mitad del cabello recogido hacia atrás en una elaborada trenza, y una pluma del mismo color del vestido cuelga orgullosamente del lóbulo de su oreja.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora