Capítulo 54; Directo al infierno

7.6K 372 34
                                    

MEGAN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MEGAN

-¿Y qué problema tienes?- Pregunto exasperada mientras le doy más potencia a la calefacción del habitáculo.

Llevamos prácticamente todo el trayecto que hay desde la universidad hasta el hospital discutiendo por lo mismo. Yo quiero quedarme a pasar la noche en casa con mi madre e Izan insiste en que durmamos en el motel que está a la entrada del pueblo.

-Por enésima vez, no pienso dormir en tu casa topi.

Me cruzo de brazos de forma obstinada y miro a través de la luna delantera del coche.

-Me parece perfecto. Yo no pienso dormir en el motel.

De soslayo observo cómo Izan aprieta el volante con ambas manos tan fuerte que los nudillos le cambian de color mientras se revuelve molesto en su asiento. La musculatura de su brazo se hace latente a través de la ropa y por un segundo temo que arranque el volante del coche.

-Perfecto. Dormiremos en el coche.- Dictamina con rabia contenida.

Vuelvo a suspirar frustrada antes de pasarme las manos por la cara, tratando de deshacerme del enfado que va creciendo de forma exponencial a cada pocos segundos.

-Solo aceptaré dormir en el motel si me das una buena razón.- Contraataco nuevamente.

Izan emite un bufido.

-Eres más terca que una mula Megan.

-Mira quién fue a hablar.

Izan desvía su mirada de la carretera a mí unos segundos, lo suficiente para poder constatar en sus ojos lo que su voz transmite. Está furioso.

-No quiero dormir en tu casa porque obviamente si mi madre nos ve llegar querrá hablar conmigo. Y me niego en rotundo. Prefiero dormir dentro de un contenedor de basura toda la noche antes de que mi madre vea tu coche en la puerta y se acerque a ejercer de vecina ejemplar, o peor aún, a tratar de solucionar algo conmigo.

Me muerdo el labio inferior sopesando mis opciones. Entiendo sus motivos, son totalmente comprensibles, pero es la primera noche que mi madre va a dormir en casa en meses, y no debo dejarla sola.

Suspiro y clavo mis ojos en su perfil.

-¿Eres consciente de que me estás poniendo entre la espada y la pared?

Izan vuelve a desviar sus ojos hasta mí, y esta vez no veo furia ni irritación en su mirada. El mar que hay en sus ojos se ha calmado, y distingo pesadumbre y amargura.

-Lo siento. Tienes razón. Soy un egoísta. Pero...

Lo interrumpo antes de que siga fustigándose. No soporto verlo así.

-Hagamos un trato. Nos quedamos hasta la cena, si quieres aparcamos el coche a tres calles de distancia para que tu madre no lo vea, y en cuanto me cerciore de que mi madre está dormida podrás llevarme a dónde quieras.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora