Entro en la cafetería para recoger mis cosas antes de ir al hospital, y se hace un silencio bastante incómodo en la mesa donde están todos mis amigos. Supongo que debo tener un aspecto horrible, porque todos centran su mirada en mí.
Keyla intercambia una mirada significativa con Izan, se levanta de un salto y comienza a recoger sus cosas.
— ¿A dónde vas? — Pregunta Naim con semblante preocupado, mientras que sus ojos negros alternan la mirada entre Izan, su novia y yo.
— Tengo que irme, luego hablamos. — Responde Keyla.
Mis pulsaciones se disparan mientras que mi mirada se pasea alrededor de todas las personas que están en la mesa. Todos me contemplan con mayor o menor grado de confusión. Y yo daría lo que fuese por hacerme pequeñita y desaparecer. No me gusta ser el centro de atención. Estoy acostumbrada a pasar desapercibida entre las masas, a ser invisible. La gente solía evitarme, y no estoy acostumbrada a tener amigos que se preocupen por mí. ¿Qué respondo si me preguntan? No quiero confesar de dónde vengo. Aquí me siento como una persona normal y de momento no estoy preparada para hablar de mi pasado.
— ¿Pasa algo? — Se atreve a cuestionar Jessy.
Izan, que parece leerme la mente, interviene.
— Han atropellado a su perro. — Responde por mí. — No es nada grave, pero tenemos que marcharnos. — Asegura.
Me cuelgo el bolso del hombro, y en el mismo momento en que salimos de la cafetería, Keyla me tapona el paso.
— ¿Qué quería? — Pregunta mientras sus ojos apesadumbrados me analizan el rostro, y su mano acaricia mi brazo con ternura.
Por supuesto no necesita ninguna explicación. Sabe que la única persona capaz de hacerme salir corriendo es mi madre.
Rememoro la conversación que he mantenido con ella por teléfono, y soy prácticamente incapaz de contestar. Las lágrimas han vuelto a agolparse en mis ojos y siento un nudo oprimiendo mi garganta, impidiéndome hablar.
— Se ha atiborrado de pastillas. Vamos. — Responde Izan por mí mientras me sujeta de la muñeca y tira de mí en dirección al parking.
Mi amiga acelera su paso para ponerse a nuestra altura. Sus ojos azules se desorbitan y veo cómo el color abandona su rostro durante unos segundos para a continuación ponerse roja de furia.
— ¿Cómo que se ha atiborrado de pastillas? ¡¿Y te llama a ti?!
— Cálmate Keyla, que la vas a poner más nerviosa de lo que ya está. — Asegura Izan, que mantiene una calma aparentemente imperturbable. — Ya he llamado a emergencias. La ambulancia va en camino.
Llegamos a la plaza de garaje en la que está aparcado mi coche. Saco las llaves del bolso, y cuando pulso el botón de apertura y me dispongo a introducirme en el lado del conductor, Izan me sujeta de la mano.
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Los secretos de IZAN © EDITANDO
RomanceElla es brisa, él fuego, juntos un incendio incontrolable. Ella; marcada por una infancia traumática. Él; devastado por un terrible secreto del pasado. Un odio irresistible, una profunda desconfianza y aun así una pasión arrolladora y una atracción...