Capítulo 8; ¡¿Tres citas?! (Editado)

13K 622 130
                                    


He sido incapaz de conciliar el sueño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

He sido incapaz de conciliar el sueño. Izan insistió en acompañarme hasta mi residencia, y por más que protesté no hubo manera de que dejara pasar el tema. Ha sido bastante violento, ya no tenemos nada en común, nada de qué hablar, pero al menos, no insistió en mantener conversación alguna conmigo. Nos limitamos a caminar uno junto al otro sin dirigirnos la palabra.

Cuando llegamos a la residencia no me atreví a mirarlo, simplemente le dije "gracias" y desaparecí en el interior. Ahora, por alguna estúpida razón, soy incapaz de dejar de rememorar una y otra vez todo lo que sucedió anoche y esta mañana.

No consigo sacarlo de mi mente.

Por ese motivo, y con la intención de despejarme y olvidarme de todo, me he dado una ducha, me he enfundado unos vaqueros, una camiseta de algodón y voy paseando en dirección a un lugar que descubrí una semana atrás.

Es un parque espectacular que está situado cerca del campus. Mi sitio favorito es un inmenso lago que no está nada concurrido, y allí me dirijo con mi libro en mano.

En cuanto cruzo la verja de acceso, una sensación de paz y tranquilidad me invade. Paseo durante un tiempo por los sinuosos caminos adoquinados, observando los árboles centenarios que aquí habitan y escuchando el canto de los diferentes pájaros que aportan su particular banda sonora. Las hojas de los árboles ya han comenzado a cambiar de color, dentro de poco comenzarán a caerse y el parque perderá parte de su encanto.

Me cruzo con gente que pasea en bicicleta, con personas que aprovechan el soleado día para hacer un poco de ejercicio, niños que juguetean corriendo alrededor de sus padres, y parejas enamoradas que caminan de la mano y se dedican muestras de afecto cada pocos segundos.

Me dirijo a uno de los bancos de madera que hay situados frente al lago central del parque, y me dejo caer en uno de ellos dispuesta a perderme en el relato que empecé hace un par de días.

Solo con leer un par de párrafos, me sumerjo dentro de la historia de amor paranormal que tan hábilmente ha relatado la escritora. Estoy tan concentrada que me olvido del mundo, centrada única y exclusivamente en el protagonista que con cada capítulo me va enamorando más y más. Hasta que el grito ahogado de alguien, seguido de un improperio y un golpe sordo, me saca abruptamente de mi lectura.

Levanto la vista de mi libro y observo el cuerpo de un chico que se levanta del suelo sacudiéndose el polvo de los pantalones de deporte.

Lo miro atentamente. Tiene un rostro amable con piel clara, ojos celestes apagado y pelo rubio casi rapado.

— ¿Te has hecho daño? — Pregunto mientras cierro el libro y lo examino. Sus rasgos me resultan familiares. ¿Dónde lo habré visto antes?

Él se rasca la cabeza y sonríe un poco azorado, mirando alrededor, asegurándose de que nadie más lo haya visto caer de bruces.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora