Capítulo 39; El hospital

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MEGAN

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MEGAN

Izan está dentro de la oficina haciendo los trámites pertinentes para poder alquilar el coche, mientras yo me acerco a una cafetería cercana a comprar un par de pasteles y un par de cafés, no hemos podido desayunar con las prisas. En la calle hace un frío de mil demonios y yo aprovecho el calorcito tan agradable que hace en el interior del establecimiento. Me pongo en la cola, cuando llega mi turno el dependiente de la cafetería mete mi pedido en una bolsa de papel y al dirigirme a la salida Izan ya está esperándome con nuestras maletas a cuestas.

-He pensado que sería buena idea llevar un "tente en pie" para el camino.- Digo mientras levanto la bolsa y se la muestro.

-Miedo me da preguntarte que has comprado.- Dice mientras enfila en dirección a un ascensor que lleva a un parking subterráneo.

-Cianuro y pienso de perro.- Contesto sarcásticamente.- ¿Qué voy a comprar? Pues algo para desayunar, un café y un pastel para cada uno.

El ascensor se cierra e Izan pulsa el botón de la planta -2. En cuanto el ascensor comienza a descender me regala una de sus sonrisas arrebatadoras.

-Pues si te soy sincero preferiría el cianuro a ese café.

-¿No te gusta el café?

-Topi, el café es agua sucia.

El ascensor se abre e Izan comienza a andar, siguiendo las instrucciones que lleva anotadas en un papel hasta llegar a un pequeño coche color rojo que está estacionado entre dos monovolúmenes.

-¿Y qué sueles desayunar?

-Ya te lo he dicho...cianuro.- Me guiña un ojo e introduce el equipaje en el escueto maletero.

Me siento en el asiento del copiloto y me coloco el cinturón de seguridad mientras Izan comienza a ajustar los espejos retrovisores y su asiento. Pone el coche en marcha, apoya su brazo en el respaldar de mi asiento y se gira para mirar por la luna trasera. Maniobra para sacar el coche del aparcamiento y subimos un par de cuestas empinadas que nos llevan a la parte trasera de la casa de Naim.

Bajamos la carretera empinada llena de curvas y el recuerdo del terrible sueño que tuve hace dos días se cuela en mi mente. Aprieto los pies contra el suelo del coche, como si con mi fuerza tuviese la habilidad de conseguir que el coche fuese más lento. Cuando hemos terminado de descender e Izan se incorpora al tráfico de una autovía yo me relajo, y observo cómo acaricia el volante y cómo cambia de marchas mientras su mirada está concentrada en la conducción. No es la primera vez que me monto con él en un coche, pero sí es la primera vez que me permito analizarlo a la luz del día sin pudor, y hacerlo me proporciona cierta tranquilidad. Prefiero concentrarme en los movimientos de él que pensar en lo que me espera. Voy directa al patíbulo.

-¿Te gusta lo que ves?- Pregunta sin dirigir la mirada hacia mí.

-Ni un poquito.- Contesto con una sonrisa nerviosa.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora