Capítulo 47; No me sueltes

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IZAN

Observo cómo mi padre sigue al doctor hasta el interior de la zona restringida y sé perfectamente que la caja de pandora está a punto de abrirse. Por primera vez desde que he llegado aquí pienso en mi madre... "Que se joda".

El problema es que esto no solo va a salpicarle a mi madre, destrozará a mi padre, reventará a Keyla y hará estallar por las nubes a mi familia, si es que esto que tenemos se puede llamar así.

Keyla se gira y me mira fijamente con la misma expresión con la que solía mirarme cuando era una niña y algo le sorprendía sobremanera.

-¿Qué significa eso y por qué no nos lo explica a todos?

A veces me encantaría saber tan poco de nuestra familia como ella. Vivir en la inopia de una realidad inventada donde todo es maravilloso y perfecto. Mi vida habría sido distinta si yo hubiese tenido una madre normal, una madre que se preocupa por sus hijos, que antepone sus polluelos a sus necesidades. Pero no he tenido esa suerte, y lo más irónico es que todo el mundo piensa que mi madre es un ejemplo a seguir, una madre coraje...cuando es una hija de puta que no se merece ni el aire que respira. ¿Cómo pudo ser capaz?

-¡Izan suéltame!

La voz de mi peque me hace volver a la realidad de golpe. Ni siquiera me había dado cuenta de que había apretado las manos con tanta fuerza y había comenzado a hacerle daño al apretarle los brazos.

La suelto de inmediato, y las palabras "lo siento" se ahogan en mi garganta. Soy incapaz de hablar. Mi hermana se masaje los brazos mientras me mira ceñuda, sin duda cuestionándose qué es lo que me pasa.

Mis ojos se desplazan sin permiso a la persona que está junto a ella, a mi topi, y me obligo a tragar. Casi no puedo ni mirarla. ¿Cómo va a reaccionar cuando se entere de todo? Por eso no quería que viniera, le he dicho todo lo que se me ha pasado por la cabeza para impedir que lo hiciese, jamás en mi vida me había costado tanto que unas palabras salieran de mis labios. Me he sentido morir cuando he comprobado que me ha creído, cuando mis palabras han obtenido el efecto deseado, cuando el color abandonaba su precioso rostro y sus ojos se tornaban vidriosos. Me he tenido que clavar las uñas en las palmas de las manos para concentrarme en el dolor y no en sus expresiones, o me habría echado a llorar delante de ella. Y aún así no he conseguido mi finalidad. Ella no podía dejar a Keyla sola, y ahora voy a tener que enfrentarme a mi peor pesadilla delante de ella. La voy a perder.

Me paso las manos por el pelo y miro al techo, respirando profundamente, obligándome a mantener una falsa calma, esforzándome por no romper a llorar.

Megan está mirándome atentamente, analizando cada uno de mis movimientos. Traspasándome con esos jodidos ojos negros. Y me sorprenden las emociones tan contradictorias que me invaden. Una parte de mí quiere huir, correr tan lejos como me sea posible y no volver la vista atrás. Olvidarme de todo y de todos. No quiero enfrentarme a lo que sé que voy a tener que enfrentarme delante de ella.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora