Cuando regreso a la habitación ya estoy duchado, afeitado y parezco un hombre nuevo. Cojo mi chupa de cuero, me guardo la cartera en el bolsillo trasero del pantalón, sujeto las llaves, y miro alrededor buscando el teléfono.
¿Dónde lo vi por última vez?
Rebusco en los bolsillos de la ropa, en la mochila, en los cajones, y finalmente lo encuentro en el escritorio, debajo de una vergonzosa pila de ropa.
Voy a mandarle un mensaje a Naim para decirle que me apunto a la noche de bolos, pero el teléfono no tiene batería. Llevo días sin mirarlo, el tiempo exacto que llevo recluido en estas cuatro paredes.
Enchufo el cargador a la corriente, y espero unos segundos hasta que la pantalla del teléfono comienza a brillar. Introduzco la clave, y en cuento se enciende comienzan a llegar un centenar de notificaciones de mensajes sin leer. Entro en la aplicación de WhatsApp, y busco el nombre de Naim, pero entonces algo llama mi atención.
Es un número desconocido que me ha enviado media docena de mensajes en los últimos días. Deslizo el dedo por la pantalla y la respiración se me corta. No me dice quién es, pero no necesito saberlo, es el puto Mike.
En cada mensaje me describe con todo lujo de detalles todo lo que hace con mi pelirroja en cada una de sus citas. Cierro los ojos y dejo de leer. Las manos comienzan a temblarme, y un calor insoportable comienza a recorrerme por el cuerpo. Me estoy asfixiando, y de repente la ropa que llevo puesta me parece excesiva y me apetece quitármela para poder refrescarme.
Me acerco a la ventana y la abro para dejar que el aire fresco de la noche inunde mi habitación y me ayude a disipar este calor sofocante.
Trago saliva, inhalo todo lo que mis pulmones son capaces de soportar, y cuando creo haber superado la impresión inicial, vuelvo a leer los mensajes. En el primero me explica que lo ha pasado de maravilla en el cine, que consiguió sentarla en la última fila y que mi topi llevaba una falda tan corta que casi podía verle la ropa interior. Que se le derramó "accidentalmente" un poco de refresco sobre su camisa blanca y pudo verle con todo lujo de detalles el encaje del sujetador. El muy cabrón me narra cómo trató de secarla y que con mucho disimulo consiguió rozarle el pecho.
Lo veo en mi mente, todas y cada una de las escenas que el muy hijo de puta me describe, y quiero reventarle la boca a hostias hasta que no le queden dientes con los que masticar. No solo por salir con mi pelirroja, sino por estar utilizándola para dañarme a mí traicionarla de este modo tan rastrero. Es excesivo incluso viniendo de alguien tan mezquino como él. Aprieto tanto el móvil en mis manos que temo romperlo, pero estoy tan cabreado que no puedo evitarlo.
Desciendo en la pantalla con dedos temblorosos y veo que hay otro mensaje, y las gotas de sudor comienzan a resbalar por mi nuca y mi frente.
En el segundo mensaje me narra que ha ido a cenar con Megan, y que en esta ocasión la ha besado. Me salto adrede la descripción tan detallada que el muy cabrón hace de sus labios y su lengua porque sé que si leo eso en cuanto lo vea lo mato. Cierro los ojos con fuerza, trago saliva, y me paso la mano por la frente para quitarme el sudor.
ESTÁS LEYENDO
Los secretos de IZAN © EDITANDO
RomanceElla es brisa, él fuego, juntos un incendio incontrolable. Ella; marcada por una infancia traumática. Él; devastado por un terrible secreto del pasado. Un odio irresistible, una profunda desconfianza y aun así una pasión arrolladora y una atracción...