Capítulo 11; Duerme conmigo (Editado)

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El sonido estridente del teléfono me hace alzar la cabeza de forma precipitada

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El sonido estridente del teléfono me hace alzar la cabeza de forma precipitada. Miro alrededor completamente desorientada, sin recordar muy bien dónde estoy hasta que la luz del flexo me da de lleno en la cara.

Entonces lo recuerdo.

Me he quedado dormida estudiando.

El teléfono sigue vibrando cómo un loco encima de la mesa y al sujetarlo veo el nombre de mi mejor amiga.

— Hola. — Contesto con voz adormecida y por si a Keyla no le ha quedado suficientemente claro que me ha despertado un bostezo se escapa de mis labios.

— ¿Te he despertado? ¿No se suponía que estabas estudiando?

— Si... lo hacía en sueños. — Reconozco mientras estiro los músculos agarrotados.

Keyla suelta una risita.

— Esa es una técnica nueva de estudio que yo no conocía, tendré que probarla alguna vez.

— Espera a ver qué resultados obtengo antes de probarla.

Me paso la mano por la cara intentando despejarme.

— Supongo que no te importará demasiado que te distraiga un poco ¿no?

Exhalo de forma silenciosa.

— Keyla... no me líes... tengo que estudiar.

— Lo dice la bella durmiente.

Suelto un resoplido.

— ¿Qué quieres?

— Una sesión de cine casero. Di que sí, di que sí, di que sí... estoy agotada de estudiar hoy. Te juro que no puedo más. Me estoy planteando seriamente hacer una fogata con los libros en medio del campus.

Miro mis apuntes, que están esparcidos por el escritorio, y lo último que me apetece en el mundo es seguir intentando estudiar, y recalco la palabra "intentando".

— Está bien. ¿Qué película....?

No me deja terminar la pregunta cuando me ha colgado y llama a la puerta.

Me acerco a la puerta y miro a mi amiga de arriba a abajo completamente confusa. La esperaba en mallas, en pijama o incluso en albornoz. Pero Keyla está incluso maquillada.

— Pensaba que íbamos a ver una película en tu dormitorio o en el mío. ¿Por qué te has arreglado?

La comisura de los labios de Keyla comienza a expandirse lentamente, y me dedica esa sonrisa de niña buena.

— Bueno... algo parecido. — Dice mientras se encoge de hombros. — Es un cine casero, aunque no es ni en tu dormitorio ni en el mío.

Me cruzo de brazos de forma instintiva y la observo ceñuda, esperando a que termine de explicarse.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora