Todos se han ido a dormir, y como me niego en rotundo a compartir habitación con Mike, en cuanto me he cambiado de ropa me he tumbado en el sofá para intentar conciliar el sueño.
Como cada noche, en cuanto cierro los ojos, comienzo a soñar con unas manos gigantes, unos ojos verdes, y una sonrisa nauseabunda.
Me despierto abruptamente sudoroso, con el pulso a mil por hora, y me siento en mi cama improvisada tratando de calmar mi respiración agitada. Me paso las manos por el rostro y el pelo, y la humedad de mis lágrimas se mezclan con la del sudor.
Estoy agotado, física y mentalmente. Cansado de estas pesadillas que ya deberían haber desaparecido, o eso decía mi terapeuta. Se suponía que enfrentarme a mis miedos ayudaría a que desaparecieran, que entender todo lo que me sucedía ayudaría a organizar mi mente descolocada. Aunque quizás ese sea el problema, soy consciente de todo lo que sucedió, pero aún no me he atrevido a abrir la caja de pandora. Para lo único que me sirvió la terapia fue para entender por qué necesité alejarme de Megan a pesar de mis sentimientos por ella. Por qué el miedo le ganó la batalla al amor.
Unos pasos me sacan de mis pensamientos secretos, devolviéndome a la realidad de esta solitaria casa. Alguien desciende por las escaleras, y va directo a la cocina.
Solo espero que no sea el puto Mike.
La puerta del frigorífico se abre, y la luz que emite alumbra la figura de mi pelirroja. El corazón me da un vuelco, y su presencia hace que todos los fantasmas del pasado se disipen en un abrir y cerrar de ojos.
Se inclina hacia delante, introduciendo medio cuerpo dentro del refrigerador. Desde mi posición solo consigo ver su trasero en pompa.
Decido acercarme sigilosamente, y me sitúo detrás de ella.
Una leve sonrisa asoma a mis labios cuando constato que su pésimo gusto por los pijamas no ha mejorado en los últimos años. Sigue utilizando pijamas masculinos dos tallas mayores, pero por alguna razón ese hecho me resulta terriblemente sexi.
Se gira aparentemente tranquila, y al encontrarse conmigo, sus ojos se abren desmesuradamente, sus labios ahogan un grito, y algo se escurre de sus manos. No sé qué es, pero trato de sujetarlo por todos los medios antes de que se estrelle contra el suelo y despierte a alguien más.
Hace tanto que no pasamos tiempo a solas en mitad de la noche, que no quiero que nadie nos interrumpa por nada del mundo.
— Joder Izan, que susto me has dado. — Susurra con la respiración acelerada. — ¿Qué haces despierto? — Pregunta mientras me arranca la tarrina de las manos y cierra la puerta del refrigerador con un movimiento de cadera.
— Estoy en el salón. — Respondo en el mismo tono cómplice mientras la veo rebuscar en los cajones hasta que encuentra lo que busca. Los cubiertos.
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Los secretos de IZAN © EDITANDO
RomanceElla es brisa, él fuego, juntos un incendio incontrolable. Ella; marcada por una infancia traumática. Él; devastado por un terrible secreto del pasado. Un odio irresistible, una profunda desconfianza y aun así una pasión arrolladora y una atracción...