Capítulo 29; Insomnio (Editado)

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Estacionamos los coches en la pintoresca plaza del centro del pueblo

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Estacionamos los coches en la pintoresca plaza del centro del pueblo. Está rodeada de viviendas hechas de madera y piedra con tejados negros a dos aguas. Todas siguen el mismo patrón, es como si el mismo arquitecto se hubiese encargado de la construcción de todo el pueblo.

Nos apeamos de los vehículos, y en cuanto nos bajamos me estiro para destensar los músculos. Estoy completamente entumecido de pasar tantas horas sentado.

— Esta noche venimos. — Propone David señalando con el mentón a una discoteca que está a unos metros de donde hemos aparcado.

— Pues irás tú. Yo me quedo en casa. Estoy muerto del viaje. — Asegura Naim mientras se apea y comienza a sacar bártulos del maletero.

Yo me acerco y sujeto la maleta de mi hermana.

— Joder Keyla, ¿pero qué llevas aquí? — Pregunto mientras dejo caer el equipaje contra el asfalto de la carretera.

— El mendigo muerto que trajo el primer día ¿recuerdas? — Dice Megan entre risas.

Escucharla sonreír tiene un efecto inmediato en mí, y mis labios comienzan a expandirse lentamente en una leve sonrisa. Sonrisa que se congela en cuanto Mike se acerca a ella y la besa en la cabeza.

— Vamos Nena, saquemos las maletas.

Mike la sujeta por la cintura y tira de ella hasta la parte trasera del vehículo.

Entramos en la casa de Naim, y es innegable que es espectacular. Todos pasean las miradas asombradas por cada rincón de la estancia, por el espacio diáfano donde se encuentra la cocina, separada del salón por una barra americana. Por las paredes recubiertas de piedra, por los sofás de color blanco que contrastan con el color de la madera del suelo y del techo.

— Joder tío, cómo se lo montan tus viejos. — Dice Marc después de soltar un silbido y dejar caer la maleta al suelo.

Yo, como ya he venido alguna que otra vez con él, aprovecho que nadie me mira para empaparme de la visión de mi pelirroja. Lleva un gorro de lana negro calado hasta las orejas. Su espectacular melena sobresale por todas partes de esa forma que tanto me gusta. Su cabello es tan rebelde como ella, y necesita expresarse libremente. Sus expresivos ojazos negros contemplan la chimenea alucinados, y está tan bonita con su jersey de lana, que me entran ganas de acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos.

Pero por supuesto, Mike se le acerca, hace lo que yo deseo y le da un beso en los labios.

Me obligo a mostrarme indiferente cuando en realidad, mi maltrecho corazón se resquebraja un poco más cada día que pasa.

En la fiesta de Halloween tuve mi dosis de realidad. Estuve a punto de confesarle todo lo que siento por ella, pero ver cómo su rostro se iluminaba cuando él apareció fue como una hostia directa a mi estómago. Ahora, aunque estoy destrozado por dentro, agradezco no haberme sincerado con Megan. Si lo hubiese hecho ella se habría alejado de mí. Ahora al menos puedo tenerla como amiga. Me conformo con eso, con tenerla en mi vida de alguna manera.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora