Capítulo 42; Pánico

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IZAN

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IZAN

Dejo a Megan templando el agua mientras salgo en busca del secador. En cuanto abandono el baño siento el cambio de temperatura que hay de una estancia a la otra y comienzo a temblar. Esta jodida casa a pesar de estar hecha de madera es más fría que un glaciar.

Me acerco a la chimenea, meto varios troncos, un par de pastillas, astillas y enciendo el fuego para que cuando mi pelirroja salga no note tanto frío. Tardo un poco más de lo deseado en conseguir que los leños ardan, y cuando lo consigo subo apresuradamente en busca de secador de pelo.

Cuando llego al dormitorio rebusco en el armario, veo las toallas y aprovecho para coger dos, pero no hay rastro de ningún secador. Rebusco en los cajones, y en uno de ellos veo lencería femenina que deduzco debe pertenecer a mi madre.

Las náuseas me inundan, y cuando estoy a punto de cerrar el cajón de un golpe observo como el filo de una fotografía sobresale por un lateral.

No debería ni mirarla, lo sé, la experiencia me ha demostrado que cada vez que he tenido curiosidad con algo relativo a ella he salido escaldado. Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, yo tropiezo por enésima vez.

Sujeto la fotografía boca abajo, mirándola indeciso, con el corazón acelerado. Algo me dice que no mire, que lo deje pasar, pero soy incapaz de no hacerlo.

La volteo y siento cómo la sangre abandona mi rostro, mis ojos clavados en la imagen de par en par, incapaz de apartar la mirada de ella. Mi mente va a mil por hora, atando cavos. No puede ser, esto no puede ser ¡Joder!

Tengo ganas de gritar cuando comprendo lo que la maldita imagen significa. ¡Esto es incluso peor de lo que yo imaginaba! ¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo no me di cuenta antes? Ahora todo encaja...

Quiero apartar los ojos pero no puedo... Allí está, tumbada en la misma cama en la que yo estoy sentado en este momento, con una sonrisa radiante, como hacía mil años que no la veía, con los ojos brillantes y la felicidad irradiándole por cada poro...y con el cabrón mayor del reino junto a su cuello.

Siento como una capa de sudor frío se ha instalado en mi frente y soy consciente de que mis manos han comenzado a temblar porque la fotografía no para de moverse. Una rabia incontenible se apodera de mí, y me entran ganas de romper la fotografía en mil pedazos, de patear la puta cama hasta reventarla, de quemar las jodidas sábanas.

Comienzo a andar de un lado al otro, preso de un ataque de nervios, pasándome las manos por la cara y tirándome del pelo.

No me lo puedo creer....no me lo puedo creer.

Venir aquí ha sido una pésima idea, no puedo dormir en esta cama, sabiendo que ella ha estado con él aquí mismo.

Me siento enjaulado y me falta el aire, el estómago se me revuelve, me entra una arcada y me tapo la boca tratando de no vomitar.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora