Capítulo 24; Disculpas. (Editado)

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He pasado una de las peores noches de mi vida

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He pasado una de las peores noches de mi vida. Hacía muchísimo que no pasaba la noche en vela, y una vez más vuelve a ser por recuerdos de gritos, de palizas, de insultos.

Cada vez que cierro los ojos, veo la mirada de odio de Izan cuando nos descubrió a Mike y a mí montándonoslo en el bosque. Veo su rostro sangrante. Veo su cuerpo tembloroso. Sus dientes apretados. La furia destilando por cada poro de su piel.

¿Por qué se puso así? Él estaba con su morena despampanante. No entiendo nada.

Habré dado unas cuarenta vueltas en la cama, intentando conciliar el sueño de forma infructuosa, pero Izan vuelve a mi mente cada pocos segundos para martirizarme.

Tengo que hablar con él.

Me levanto de un salto de la cama, me coloco las primeras prendas que encuentro en mi armario, me trenzo el pelo y con el pulso acelerado y las piernas gelatinosas, me encamino a la fraternidad de Izan.

Como era de esperar, la puerta de la fraternidad está abierta. Entro y escucho unas voces que dan gritos y bromean en el salón. Me asomo al interior y veo a un grupo de chicos que están jugando a un videojuego. Algunos me miran descarados, otros cuchichean entre ellos mientras ríen de forma absurda.

Me siento incómoda. Supongo que el rumos de la pelea de anoche ya ha corrido como la pólvora por la fraternidad.

Me acerco al único chico que no me ha mirado de forma extraña.

- ¿Sabes dónde está Izan?

El chico en cuestión se encoje de hombros.

- Prueba a buscarlo en su dormitorio. Creo que no ha salido de ahí en todo el día.

Mi cuerpo actúa sin permiso y cuando quiero darme cuenta, estoy frente a la puerta de la habitación de Izan.

Los nervios que comen por dentro, a mi corazón parece que le han salido alas y quiere salir del pecho. En el estómago tengo un revoltijo de mariposas y toda una gama de insectos revoloteando.

Alzo la mano temblorosa y golpeo cuatro veces la puerta con los nudillos. Espero unos segundos a que la puerta se abra, pero no sucede. Pego la oreja a la puerta para escuchar si hay ruido en el interior cuando escucho su voz al otro lado.

- Dejadme tranquilo joder. No quiero jugar a esa mierda.

Aguanto la sonrisa y vuelvo a golpearla puerta.

Lo escucho resoplar y dar zancadas hacia la entrada.

- He dicho que no...

La puerta se abre y él deja de hablar. Yo, casi me quedo sin respiración cuando lo veo. Él me mira con los ojos desorbitados, creo que tan impactado como yo, aunque no lo creo, porque mi corazón se ha saltado un latido en cuanto él ha aparecido. Jamás en mi vida he visto a un chico tan sexi como él, y no lo digo en broma, ni tan siquiera en un calendario de bomberos. En lo primero que me fijo es en el moratón y en la herida que decoran su perfecto rostro. Está despeinado y lleva unas gafas de montura casi invisible que le dan un aspecto intelectual monísimo. Está sin camiseta, con el torso desnudo, y aunque no es mi intención, no puedo evitar empaparme de la visión de su cuerpo semidesnudo.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora