Capítulo 25; Disfraces. (Editado)

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Esta noche se celebra la fiesta de Halloween en la fraternidad de los chicos

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Esta noche se celebra la fiesta de Halloween en la fraternidad de los chicos. Llevan días colgando carteles por toda la facultad, avisando del evento. Parece ser que va a ser la fiesta del año, porque todo el mundo está deseando que llegue la noche y no parece haber otro tema de conversación. Mike no va a asistir, su abuela ha empeorado y ha decidido ir a visitarla de nuevo.

Yo estoy histérica. Y no por la fiesta en sí, que si he de ser sincera me importa poco. Mi agitación se debe a que desde el último encuentro que tuve a solas con Izan no he vuelto a verlo.

Hasta hoy.

Hoy voy a volver a verlo. Y cada vez que pienso en él me tiemblan las piernas, mi corazón se agita y los nervios me consumen.

He tratado por todos los medios no volver a pensar en él, en cómo me acorraló contra la puerta, en la forma en que su cuerpo se pegó al mío, en el modo en que sus ojos acariciaban mi rostro con anhelo.

Aunque he luchado contra ese impulso con todas mis fuerzas, no puedo evitar querer volver a sentir lo que sentí en aquel momento. Ese calor sofocante que recorrió todo mi cuerpo, ese anhelo enloquecedor por unir mis labios con los suyos, esa necesidad de él. Sé el tipo de chico que es Izan. Sé que su entretenimiento favorito es jugar a la conquista. Sé que me conviene mucho más Mike que él, pero aun así, soy incapaz de refrenarme.

Quiero que Izan sea incapaz de quitarme los ojos de encima. Quiero que su pulso lata tan fuerte como el mío cuando me vea, y es por eso que a unas horas de la fiesta, sigo buscando el disfraz perfecto.

— Creo que estarías de muerte con esto Megan. — Asegura Jessy mientras sujeta entre sus manos un pedazo de tela tan minúsculo que no cubriría ni la mitad de mis piernas.

Lo miro con horror.

— No pienso ponerme eso Jessy.

— ¿Por qué? ¡Es de bruja! — Lloriquea mientras vuelve a mirar el disfraz sin entender mi negativa.

— De bruja puta. — Recalco.

Keyla, que se había marchado al otro extremo de la tienda, aparece sonriente, como cuando encuentra una ganga en las rebajas. En la mano sujeta una percha de la que cuelga un vestido rojo de lentejuelas largo hasta los tobillos, que a priori me parece ridículo. Una cosa es no querer ir de prostituta y otra es ir de monja.

— ¿Qué mierda es eso Keyla?

— ¡¿Mierda?! — Exclama indignada. — Con tu pelo, tus tetas y este vestido serás la sensación de la fiesta. — Asegura a la vez que me enseña el escote en forma de corazón y extiende el traje para mostrarme la abertura que la prenda tiene en el lateral, y que si mis cálculos no me fallan debe llegar casi hasta el centro de mis piernas. Mis ojos, extrañados, se trasladad del vestido a los ojos azules de Keyla. Ella entorna la mirada. — Jessica Rabit. — Puntualiza.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora