Capítulo 19; No vengas llorando (Editado)

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No consigo dormir a pierna suelta, y esta vez nada tiene que ver con mis pesadillas

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No consigo dormir a pierna suelta, y esta vez nada tiene que ver con mis pesadillas. Quien me quita el sueño, quien me mantiene en vela analizando cada situación vivida estos días es mi pelirroja. Se cuela en todos y cada uno de mis sueños, y siempre es la misma historia, el puto Mike está con ella.

No soporto que la mire, le sonría o le roce... y cada vez que la besa es como si me arrancaran parte del corazón. Y no es solo porque Megan signifique para mí más de lo que jamás lo ha hecho nadie. Si él fuese un tío decente... si realmente yo supiera que él está interesado en ella, que la cuida y la respeta como se merece, que se preocupa por ella, que la hace feliz... yo me retiraría a un rincón a lamerme las heridas. Aunque pasase el resto de mi vida pensando en ella y en como hubiesen sido las cosas si no la hubiese fastidiado de la forma tan colosal como lo he hecho. Pero no es el caso.

Mike es un cabrón, sé que solo le hará daño y Megan no se lo merece. Para él mi topi es solo el trofeo de una estúpida competición que se ha inventado. Y ella se merece mucho más. Se merece a alguien mucho mejor, alguien que se esfuerce en intentar hacerla sonreír cada día, alguien que la apoye cuando tenga un mal día, que se preocupe si la ve triste, que disfrute pasando el tiempo junto a ella aunque no esté haciendo nada particularmente interesante. Que con un abrazo sea capaz de unir todos y cada uno de los pedazos de su alma. Y aunque sé que no la merezco, yo estaría dispuesto a todo eso y mucho más porque mi pelirroja me da la vida solo con una sonrisa.

Vuelvo a girar en la cama, observo que está comenzando a amanecer y rememoro lo que sucedió hace unas noches. Las confidencias, la complicidad, la sinceridad...pasamos tanto tiempo hablando que cuando nos dimos cuenta eran las cuatro de la madrugada. Mentiría si no dijera que me resultó gratificante su reticencia a que nos despidiéramos. Volví a sentirme como cuando tenía quince años y pasaba la noche ansiando ver sus sonrisas, escuchar sus miedos, reconfortar su pesar.

Creo que poco a poco estoy volviendo a ganarme su confianza, Ya no me esquiva como solía hacer, ya me sonríe cuando nos cruzamos e incluso se ha sentado a mi vera en alguna ocasión durante el almuerzo. Aunque soy consciente de que aún estoy en la cuerda floja... un paso en falso y vuelvo a caer al abismo. Y a pesar de ser consciente de la fragilidad de nuestra relación y a riesgo de volver a quedar apartado de su vida y perder la poca confianza que Megan ha depositado en mí, me decido a hablar con ella. No puedo permitir que Mike siga jugando con ella.

Me levanto de un salto, me coloco unos tejanos, una camiseta limpia y voy al baño a asearme. El pequeño trayecto que hay entre mi fraternidad y su residencia se me hace eterno. Y esta vez mis nervios nada tienen que ver con que vaya a verla, más bien estoy aterrado ante su posible reacción.

Sé de primera mano que Megan siempre se levanta temprano para intentar domar esa cabeza de rizos que tanto me fascina, así que me cuelo en su residencia y subo al trote las escaleras hasta llegar a su planta. Camino por el pasillo con el corazón saltando dentro de mi caja torácica y de repente ya no me parece tan buena idea hablar con ella. ¿Y si los pocos pasos que he conseguido avanzar con ella los retrocedo? ¿Y si se enfada y deja de hablarme de nuevo? Con el trabajo que me está costando recuperar su confianza... Pero precisamente se trata de eso, de confianza. Si no me cree, al menos yo lo habré intentado. Y cuando la verdadera cara de Mike salga a la luz, y sé que saldrá, ella sabrá que yo traté de advertirla.

Los secretos de IZAN © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora