17. No somos nada serio

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Eric sonrió ante mi mote hacia él. Nunca le había llamado guapo, pero me salió del alma. Estuvimos un rato sin hacer nada hasta que por fin, llegó Jorge con la moto, la verdad es que no tardó demasiado.

- Gracias tío.

- De nada Eric.

- ¿Y cómo harás para volver?

- Caminando.

- Ni mucho menos vas a ir andando, tú lleva a Júlia a casa y yo voy andando.

- ¿Seguro?- Yo negaba con la cabeza y Eric me sonreía para que me tranquilizara.

- Sí, segurísimo.

- Vale, pues sube Júlia, ya es tarde, tendrás sueño- Habló Jorge.

- No, yo voy caminando con Eric- Le contesté cortante, estaba enfadada porque no le consideraba un buen amigo, después de lo que había pasado allí. - Tu ves en moto.

- Cariño mírame- Ya estábamos otra vez con cariño. Pero esta vez como que sonaba mejor- Tenemos que caminar mucho rato, créeme, ves tu en moto, no quiero que te canses tanto.

- No Eric, voy a ir a casa contigo.

- Que no.

- Que sí.

- Júlia, sube a la moto.

- No lo haré- Y me alejé un poquito más del vehículo para que viera que hablaba en serio. Se acercó, me cogió como si de un saco se tratase y me sentó detrás de Jorge. Me intentaba bajar pero él me cogió de la cintura y me volvió a colocar como antes, se acercó a mi oído para hablarme:

- Llegaré a casa en dos horas, espérame despierta si puedes y quieres.- Movió su cabeza hasta que quedamos cara a cara. Yo también quería decirle algo así que me acerqué a su oído:

- Está muy oscuro, no verás nada de nada, y no quiero que te pase nada- Acercó la cabeza hacia mí e hizo mucha presión en mi cintura, de verdad que ese movimiento, ese susurro, le anulaba completamente.

Él, únicamente pudo asentir. No me dio respuesta obvia. A los segundos, volvió de nuevo a él:

- No me pasará nada- Aseguró con un hilo de voz. - Estate tranquila Júlia.

Seguíamos cerca. Los besos no eran necesarios para demostrar ni decir nada en este momento. Nos dimos un abrazo de esos que te hacen cerrar inconscientemente los ojos y puedo asegurar que eso fue una de las mejores cosas del mundo.

Nos alejamos el uno del otro y Jorge arrancó la moto. Yo miraba para atrás en todo momento hasta que la figura de Eric se perdió por el final de esa interminable calle. Volví mi vista al frente y esperé hasta que llegamos a mi casa:

- ¿Cómo sabes dónde vivo?

- Eric, junto con el mensaje de que le traiga la moto, me escribió tu dirección.

- Entiendo. Bueno, gracias por traerme, hasta luego.

- Júlia, no estés enfadada.

- ¿Tú eres tonto? Si animas a Eric a que corra y arriesgue si vida por dinero, de mí no recibirás otra cosa que esto.

- Eres un poco exagerada.

- Me da igual lo que sea, no voy a permitir que le pase nada, al menos, no voy a permitir que le pase algo que yo pueda evitar.

- Eric está loco por ti- Sonreí.

- ¿Y eso que tiene que ver ahora?- Dije aún manteniendo mi sonrisa.

- Pues que si tú le pides que no corra, obviamente no lo hará. Si tu le pides cualquier cosa, él lo hará o lo dejará de hacer, porque eres tú la que le dice que lo haga.

- No somos nada serio.

- ¿Y qué? Eso no es necesario Júlia, lo importante es lo que tenéis. Y está claro que estáis locos el uno por el otro.

- Ya, pero...

- Entiéndele, le han hecho mucho daño.

- Ya, entiendo.

- Bueno, dejo aquí la moto de Eric, toma las llaves, cuando vuelva dile que me llame.

- Perfecto.

Entré y me fui a mi habitación, a esperar a que llegara Eric. Encendí mi ordenador y actualicé mis redes sociales, ya que hacía mucho tiempo que no lo hacía. Después me puse a leer un libro, un precioso libro que había encontrado por Internet y desde el momento uno me vicié muchísimo a él.

Miré mi reloj, habían pasado justo dos horas y 8 minutos, Eric no llegaba. Sabía que se perdería o algo por el estilo, lo sabía porque ni el más astuto podría salir de ahí, no se veía nada de nada, tenías que guiarte por tu instinto, y si no conocías demasiado bien ese barrio, te perdías seguro. Perfecto.

Como ya estaba tardando, decidí llamarle. Tres veces que le llamé, tres veces que me decía que estaba apagado o fuera de cobertura en estos momentos. Maldición.

Me movía de lado a lado de la habitación pensando qué hacer. Al instante, recordé que cuando me fui, Eric me llamó a parte de con su teléfono, con otro número que desconocía, pero que supuse que era de Jorge. Le di a rellamada y a los segundos, la voz de Jorge estaba en el otro lado del teléfono:

- ¿Jorge?

- Júlia, ¿Qué ocurre?

- Eric, aún no ha llegado, y no contesta el teléfono.

- Tranquila, Eric es el chico más apañado que conozco, si se ha perdido, que no creo, encontrará la forma de llegar a tu casa, respira.

- Mala señal.

- Que no, que no te preocupes.

- O vienes, y vamos a buscarle, o date por muerto. No pienso dejar que ande perdido por ahí.

- Volverá pronto.

- No lo dudo, pero no me voy a arriesgar. Ya estás moviendo tu culo hasta aquí.

- Que humos, voy corriendo.

Sí que corrió sí, porque a los 8 minutos estaba aquí y con la respiración agitada de tanto correr.

- Veo que me has hecho caso. Venga, vamos- Saqué las llaves de mi bolsillo y se las di a Jorge para que arrancara y nos fuéramos rápido a buscar a mi Eric.

Nos subimos volando y nos fuimos en busca de él, recorríamos cada milímetro de espacios con la vista, ni un alma en la calle, nadie. Alguna que otra vez nos miraba alguien, pero nadie que nos importase, nadie era Eric.

Al llegar a una calle, había una persona que creía reconocer, pero estaba de espaldas, así que no le podíamos ver la cara, pero yo sabía que era él, era inconfundible. Nos fuimos acercando y él giró su cabeza al escuchar el sonido de la moto.

Continuará...

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