21. Te perdono

638 19 7
                                    

Me desperté y Eric no estaba, la verdad es que me sorprendió. Hoy, un Sábado cualquiera y me levanto ya perdida, íbamos bien. No había ni una llamada perdida suya, ni una nota ni nada de nada.

Me vestí rápido, me peiné y decidí llamarle. Pero ¿Cuál fue mi respuesta? Ninguna, nada de nada.

Como siempre ya volvía a pensar demasiado: Se había ido porque estaba cansado de mí, o se había ido porque le había surgido o algo o... No se.

Esperé toda la mañana a que llegara, pero nunca llegó, pasó toda la tarde y tampoco. A decir verdad, me pasé todo el día viendo la televisión y comiendo. Cuando llegó la noche recibí una llamada de un número desconocido:

- ¿Hola?- Pregunté.

- Júlia, soy yo.

- Ah... Muy bien ¿Qué quieres?

- Júlia, no seas así por favor...

- ¿Tan difícil es llamar? ¿O enviar un simple mensaje? ¿Tan difícil es?

- Lo siento, debería haberlo hecho.

- ¿Y qué solucionas ahora? Llevo todo el día esperándote maldita sea.

- Te recompensaré, ahora.

- Quizá ahora la que desaparece del mapa soy yo.

- Te encontraría, y lo sabes- No pude evitar sonreír, pero él, obviamente, no se enteró.

- Ya me ocuparía yo de que no lo hicieras.

- Bueno, pues eso, que voy para allí.

- Repito, quizás no hay nadie- Y colgué. No estaba enfadada por el hecho de que se hubiese ido, si no por el hecho de que no hubiese avisado, una llamada, un mensaje, una nota, algo.

Cogí mi ordenador y me puse a leer novelas y historias en Wattpad, un sitio súper chulo dónde leer relatos muy interesantes. Llegó la hora y Eric tocó al timbre, obviamente no abrí. Llamaba a mi móvil, no contesté. Me enviaba mensajes, hacía lo mismo. No le hice ningún tipo de caso. Al final, creí que se cansó, pero como ya hizo una vez, estaba escalando hasta mi ventana. Cuando quise percatarme de esto, ya estaba en mi habitación quitándome el ordenador de mis piernas.

Él me miró y se abalanzó sobre mí, besándome:

- ¿Pero qué te crees? ¿Que dándome un beso se me va a olvidar el enfado? No señorito, quizás con las otras chicas te funcionaba, pero conmigo no. Es más, te invito amablemente a que te vayas por dónde has venido, pero bueno, como soy buena te dejo salir por la puerta- Rió ante mi comentario.

- Júlia, sabes que quieres que me quede- En realidad, quería que se quedara, pero estaba enfadada.

- Sé de sobras lo que quiero.

- Pues entonces sé sincera.

- Eres tonto- Dije mirando para otro lado. Pero no pude hacerlo mucho rato ya que me sujetó de la barbilla y movió mi cabeza:

- Júlia, lo siento ¿Vale? He tenido que hacer unas cosas.

- Vale- Le dije sin preguntarle el qué. No quería parecer la típica chica obsesiva y posesiva.

- De veras que lo siento- Habló bajito dándome un abrazo.

- Aish... Te perdono- Dije en forma de suspiro.

- Genial. Me gustaría recompensarte.

- ¿Y qué quieres hacer?

- No se...- Dijo acercándose a mi. - Me tienes a tu disposición.

- Pues, si me dieras un masaje en la espalda... Se me olvidaría todo.

- Hecho.

Le dije que mirara para otro lado, me quité la camiseta y me tumbé en la cama obviamente boca abajo. Lo que estaba claro es que no me iba a quitar ni desabrochar el sujetador. Él giró y vino hacia mí.

- Te va a encantar, ya verás. De pequeño me llamaban el Masajeator, por lo bien que daba los masajes- Reí ante su estúpido comentario.

- Idiota.

Se sentó en la parte baja de mi espalda. Empezó a masajearme por los hombros y fue bajando por toda mi espalda, la verdad es que se le daba genial, y también era verdad que pesaba lo suyo. Estuvo largos minutos hasta que se acercó a mi oído en esa misma posición:

- No abuses, cariño, por hoy ya es suficiente.

Desperté entonces de esa gran ola de placer que me había provocado el masaje.

- ¿Eh? Sí, sí.

- ¿Me lo haces tú a mi?

- No, te lo tienes que ganar, otro día te lo hago yo.

- ¿Y que me puedo ganar yo?

- Un beso como mucho.

- Pues mejor eso que nada.

Me cogió con sus dos manos la cara, cada una en una de mis mejillas y me besó, a su manera. Cada uno de sus besos eran totalmente especiales. Cuando se separó, me miró tan profundamente que yo creía que me derretiría. sus preciosos ojos me miraban fijamente, como si quisieran decirme algo sin pronunciar palabra.

- Júlia, me gustaría invitarte a cenar pasado mañana, ¿Quiéres?

- Por supuesto que quiero.

Nos sonreímos los dos instantáneamente. Me lancé a abrazarle, él era mi debilidad, pasara lo que pasara, siempre le perdonaba, al menos por ahora.

- ¿Quiéres que prepare algo de cenar?

- ¡Bien! Pensaba que nunca llegaría este momento... Me muero de hambre.

- Pues vamos- Me cogió de la mano y fuimos directos a la cocina.

- ¿Qué quieres cenar?

- Te dejo elegir.

- Pues veamos que tienes por aquí...- Dijo abriendo la nevera. - Ah perfecto... Tienes pollo.

- Me gusta el pollo, mi madre lo cocina buenísimo.

- Cariño, cuando pruebes el mío, el de tu madre será un cero a la izquierda.

- Eres un creído.

- ¿Lo dudabas?

Negué con la cabeza y él me sonrió. Empezó a cocinar el pollo, la verdad es que tenía muy buena pinta, lo hizo en el horno con patatas y cuando lo sacó olía increíblemente bien. Sirvió dos platos y empezamos a cenar:

- ¡Guau! Cada día me sorprendes más- Aseguré.

- Gracias.

Acabamos de cenar, fregué los platos y nos fuimos a mi habitación:

- Hoy me he aburrido muchísimo.

- Jolín, lo siento Júlia...

- Vale, ya ha pasado. Ahora pongámonos a dormir que ya es tarde.

Apagué la luz y me metí directa en la cama tapándome hasta el cuello, la verdad es que esa noche hacía muchísimo frio.

- Buenas noches cariño.

- Buenas noches Eric.

Y así es como acabó por fin ese día tan estúpidamente aburrido.

Continuará...

Gracias por leerla <3 Comentad y votad que os parece, sería genial.

Vete, pero quiero que te quedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora