23. La caída

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Al rato Eric sacó las galletas del horno y me di cuenta que las había hecho con moldes en forma de corazón, además tenían una pinta increíble:

- Ya están hechas, sólo hay que esperar a que se enfríen.

- ¿Y cuánto tardan en enfriarse?- Eric sonrió.

- Sólo unos minutos.

Esperamos sin decir palabra a que se acabaran de enfriar. Cuando por fin estuvieron en su punto, cogí la primera:

- ¿Dónde has aprendido a cocinar de todo y tan bien?

- Secretos de un buen cocinero.

- Vale, pues ya me pasarás la receta y te las cocino yo un día, a ver si me salen igual de buenas, aunque eso es imposible.

- No te pienso pasar la receta.

- ¿Por qué?

- Porque ahí es donde está la gracia.

- ¿No me la dirás?

- No te la daré, no.

- Entiendo. Bueno, pues no te dejo comer ninguna.

- No importa, como yo tengo la receta puedo cocinar más- Dijo sacándome la lengua.

- Tonto...

- Guapa...- Reímos los dos.

- Bueno, te dejo coger, pero porque me puedes hacer otro día más...

- Claro, cuando quieras.

Nos comimos todas y cada una de las deliciosas galletas:

- Estaban buenísimas Eric.

- ¿A que sí? Gracias.

- Bueno, yo debo irme ya, dentro de unas horas llega mi madre.

- ¿No comemos juntos?

- ¿Comer? ¿Después de comer tantas galletas? Esta ha sido mi comida.

- Ya, yo tampoco voy a comer- Hizo una pausa para después continuar. - Quédate conmigo un rato más....

- ¿Cuánto es ese rato?

- No sé... Sólo quédate. Y cuando te apetezca irte, pues te vas- Dijo haciendo un puchero.

- Hecho- Salimos de la cocina y nos sentamos en el sofá.

- ¿Te apetece ver la televisión?

- Claro

Estuvimos un largo rato viéndola, por suerte, en ese momento daban programas interesantes, menos mal:

- Bueno, ahora sí debo irme, son las 4.

- Jo... Bueno vale, ¿Quieres que lleve?

- No es necesario, voy andando y así de paso me da un poco el aire- Dije levantándome del sofá.

- Vale, hasta luego, cuídate- Tiró de mi brazo para darme un beso.

- Adiós- Acaricié su cara y me fui.

Empecé a caminar con la intención de llegar pronto a mi casa, pero no pude ir muy lejos. Un estúpido chico que iba en skate me dio un fuertísimo golpe y me hizo caer:

- ¡Ostras! Perdona, lo siento muchísimo, ¿Estás bien?

- Sí, sí, estoy bien.

- Lo siento.

Vete, pero quiero que te quedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora