Capítulo 5 Max

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- Hermano, no puedo hacerlo.- Decía viendo al ciervo frente a mí.- No puedo matar a un animal.

- ¡No seas gallina!- Exclamó.- Esto es lo que vamos a cenar, además, ¿para qué aprendiste a disparar el arco ?- Se acercó y me hizo apuntar a la fuerza.- ¡Vamos, se un hombre!

Mis sentidos fallaron, la sangre hirvió y mi respiración comenzó a acelerarse. No podía apuntar. Perdí el control sobre mi cuerpo mientras Sebastian sostenía el arco con fuerza. Fue ahí que el siervo salió corriendo.

- Ya se nos fue, eso sucede cuando eres una nenaza, vamonos.

Le miré desanimado a lo que su acción fue frotar mi cabello. Sonreí.

Mi hermano a veces es un poco rudo. Sé que lo hace para forjarme un carácter de hombre. Sólo que no estoy preparado para quitar una vida. No soporto ver sangre y mucho menos provocada por mí. Es algo que me pone muy nervioso, me congela.

Esta mañana salimos a cazar. No queda mucha comida en la cabaña, así que improvisamos: un par de conejos, algún ciervo, o un krane no le cae mal a nadie, a pesar de que este último sea agresivo. Como siempre, él terminó haciéndolo todo. Tampoco vendimos mucho en la semana y preferimos guardar el poco oro que habíamos juntado durante el mes.

La noche cayó y regresamos a casa.

La neblina se había colado de un momento a otro y no podíamos ver nada, para mi fortuna, Sebastian conoce estos lugares como la palma de su mano.

- Si no llegas a cazar esos conejos, hoy no cenábamos.- Dije tímido.

- Lo sé.- Su voz parecía molesta.- A la otra usa el arco.- Exclamó en tono de reclamo.

Abrí la puerta de la casa y me dirigí por un vaso de agua, él dejó a los conejos cerca de la chimenea y caminó hacía mí.

De la nada la puerta se abrió de golpe. Por simples reflejos, Sebastian sacó su espada y yo apunté mi arco hacía lo que fuese que estaba ahí. 

-¡¿Quiénes son ustedes?!- Preguntó Sebastian.

- ¡Amigos de Cossete!- Nos dijeron ser amigos de una prima y nos mostraron su moneda rosa. Cada miembro de la familia posee un artefacto valioso que los hace distinguir. En el caso de Cossete, esa moneda. Pero como ella es muy ingenua y amable, cada que un turista pasa por estos rumbos nos utiliza de guías.

Mi hermano invitó a pasar a las personas. Uno de ellos se veía corpulento, con la piel aperlada, los ojos marrones y el cabello del mismo color. Obviamente no era de este reino, todo en su aura lo delataba, se hacía llamar Aquiles, pero no estamos seguros de que sea su verdadero nombre. Venía con una chica de piel similar, cabello oscuro y ojos verdes. También estaba un sujeto muy alterado, se veía ya adulto y caminaba sin parar, bastante sospechoso. Con él, un chico de piel blanca y cabello rizado, ese es Ciddis.

Permanecí al margen, observé a todos desde el comedor mientras charlaban con Sebastian y, cuando menos me di cuenta, uno de ellos salió corriendo de la cabaña.

Mi hermano gritó.- ¡Max quédate aquí y no le abras a nadie!- Y corrió tras ellos.

No pude cerrar un solo ojo en toda la noche, no regresaban. De vez en cuando escuchaba murmuros detrás de las paredes y pasos en la nieve esperando que fueran ellos, pero al final solo era mi imaginación.

- ¿Tendré que ir a buscarlos?- Pensé a las tres de la mañana. A las cinco aún no tomaba el valor para abrir la puerta y salir; y cuando el sol mostró sus primeros rayos me armé de valentía, tomé mi arco y abrí la puerta para ir a por ellos. Mi sorpresa fue que todos estaban en la nieve justo frente a la cabaña.

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora