Capítulo 44

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- Hola, mi nombre es Sebastián. Escuché que los tenían prisioneros o bueno, que los mantuvieron prisioneros por un buen tiempo. No se preocupen, aquí estarán a salvo.- El joven guardia estaba sentado junto a los invitados. Ellos no hacían un solo movimiento, se limitaban a respirar y observar fijamente un punto en el techo de la carpa. Creyó que estarían traumatizados y, ¿cómo no hacerlo? Sobrevivieron a la experiencia más cruel de sus vidas. Se le ocurrió que podría estar acompañándolos hasta que desmontaran el campamento. La noche aún era joven.

- Yo... Tenía problemas familiares. Mis hermanos eran extraños a comparación. Siempre me consideré normal. Un hombre sencillo que llegaría al matrimonio con una bella mujer, tendría hijos preciosos y trabajaría en un lugar aceptable toda su vida. Eso fue lo que hice, realmente soy un cocinero. Me trajeron a este viaje solo para eso, cocinar. No esperaba tener que infiltrarme en un reino enemigo ni ver como caía lentamente ante nosotros. No sé si alegrarme o enojarme, no soy hombre de guerra. Sólo espero regresar con mi familia pronto. Tengo dos hijos preciosos: Carolina, que tiene siete años e Iván, con doce. La pequeña es fanática del arte, le fascina pintar y crear todo tipo de cosas, además es muy buena con los instrumentos musicales, la veo y me recuerda aquellos sueños que yo tenía de pequeño y nunca pude cumplir.- El hombre hizo una pausa para tomar aire y desviar su mirada con melancolía.- Mi niño es más como su padre, le encanta cocinar. Mi mujer siempre está diciendo que debemos abrir más y más locales, pero aún no me atrevo. Siento, que no es el momento. Estamos muy bien económicamente, nuestros hijos son maravillosos y no me quejo de ella... ¿les digo un secreto?- Nadie respondió.- Lo tomaré como un sí, pues, resulta que fue mi primera novia. Sí.- Sonrió.- Aunque no lo crean, me casé con la primera mujer de la que me enamoré. A que eso no se lo esperaban.

- Oye tú.- Dijo un guardia entrando en la tienda.- ¿Qué tanto balbuceas ? No te responderán, pasaron por algo grave y al volver serán prisioneros del reino. No seas idiota.

- Yo estaré de su parte.

- ¿Qué dijiste?

- Lo...los voy a apoyar. Son solo personas desafortunadas. No estamos seguros si sean o no de nuestro reino.

- Idiota.- Se acercó y le golpeó el rostro tirándolo al suelo.- Eso pasa cuando no tienen idea de la guerra. Eres un simple cocinero.- Salió de la carpa.- Mejor prepara la cena, señorita.- Gritó.- Que ya tengo habre.

Sebastián quedó unos segundos pensando en sus próximas palabras. Sonrió y se levantó.- Esos guardias siempre son así de agresivos, pero en el fondo saben que temen a la muerte tanto como yo. Un día de estos les va a tocar una mala racha y sabrán que no es bueno abusar de su poder... ¿Qué fue eso?- Salió de la carpa, no vio nada y entró nuevamente.- Creo que fue solo el viento. Por alguna razón están quitando todo muy despacio. No sé. Podría ser una noche lenta.- Ahí cerró los ojos y pensó en que más podría decir. Volvió a escuchar un par de soplidos fuera, pero no le dio importancia.- La carpa se mueve un poco, no se preocupen, es el viento que sopla fuerte, yo lo aborrezco, te despeina y te pone todo loco.

- ¡Venga, muevan esos brazos que no llegaremos a desayunar!-

- Ese es el líder, Sigfrido.- Repuso luego de escuchar el grito.- Un hombre muy noble, guapo y esas cosas. ¿Les parece raro que yo diga que es atractivo? A mí me parece muy normal, no tengo nada en contra de los homosexuales y no por decir eso quiere decir que yo lo sea. Bueno ya, ya, me estoy desviando mucho del tema, decía que es muy amable y noble, sus acompañantes también lo son. Me atrevería a decir que predomina la bondad en los corazones de la mitad de estos guerreros.- Sonrió. El viento volvió a soplar.- Mi hijo me preguntó sobre la guardia real, ya que ellos tienen una armadura color oro. Son los más fuertes del mundo.- Soltó una leve risa.- No han hecho nada para decir que son los más poderosos, yo apostaría que hay otros diez veces mejores, ellos se la pasan encerrados en el castillo junto al rey y a ese hombre que se hace llamar Maquiavelo. He escuchado que... ¿Te moviste?- De nuevo el viento sopló.- Sí, creo que te vi hacer un gesto o algo. Quizá te estoy aburriendo. Déjame pensar qué más puedo decirte, es difícil conversar con alguien que no conoces y que no te responde. Estoy dando mi mejor esfuerzo.

- No tienes que hacerlo.

- Por los dioses, ¡hablaste! Eso es genial, creo que progresé mucho. Logré que uno de ustedes hablara, ¿cuál es tu nombre?

- Aquiles.- El viento volvió a rugir.

- Excelente, ya me había preocupado. Pensé que me volvería loco si no me respondía alguno. Bien, voy a avisar a Sigfrido que se están recuperando y les traeré algo de comida. Van a estar bien, se los prometo.- Caminó hacía la entrada.- Es extraño, desde hace rato debíamos haber terminado.- Al salir se encontró con la mayoría de carpas aún puestas y a ningún guardia alrededor.- Estos hombres, ¿a dónde habrán ido?- Se dirigió a su suministro de alimento y cogió un par de panes y agua.- Mamá decía que si pasas un buen tiempo sin comer y de pronto lo haces hasta llenar, puedes explotar. Les daré solo un par de cosas por ahora.- Sebastián caminó lentamente, evitando que se le cayeran los alimentos, entró en la carpa y vio que Aquiles estaba junto a la niña. Tenía sus manos sobre las de ella y le susurraba algo al oído.

- Ya has vuelto.- Dijo Aquiles separándose de Celestia.

- Sí. Les traje algo de comer a ti y tus hermanos, espero lo disfruten...- Notó que los invitados estaban como nuevos: Su ropa era diferente y se veía un brillo debajo, algo así como las armaduras de los guardias, las heridas ya no se encontraban, el olor ahora, en lugar de metal, era como si hubieran tomado un baño.

- Gracias, pero ya comimos.- Afirmó Aquiles. La cabeza de Sebastián rodaba por el suelo, su cuerpo se desplomó.- Ya he matado a todos. Vamos ahora por ese perro maldito.

Ciddis se levantó y salió de la carpa, Celestia le siguió el paso. Aquiles apareció frente al muro de la segunda zona. Ahí posaban cientos de cadáveres con la armadura del reino norte. Él arrojó el de Sebastián junto a la pila y regresó con sus hermanos.

- La noche es joven. 

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora