- ¡Aquiles!- Grité al atacar, sentía como todo mi cuerpo estaba en una forma inestable; que en cualquier momento podía romperme o estallar, pero no importaba, iba a gran velocidad, una que jamás habría alcanzado ni en mis sueños.
Ambos golpeamos a la bestia desde los lados, punzando las espadas, esa cosa ni se inmutó. Las armas rebotaron en sus músculos como si hubiésemos chocado a una pared metálica muy resistente. En un instante, la bestia lanzó un puñetazo a mi tórax imposible de esquivar a causa del rebote y, sin importar que tan resistente me haya vuelto, eso me arrojó un par de metros. Mis costillas ardían, mi corazón daba golpeteos rudos, tenía problemas para respirar e inclusive para mover el cuerpo. Intenté cubrir mi pecho abrazándolo con ambos brazos, presionando un poco y gimiendo de agonía. Mi cerebro decía que con eso podría calmarme. Intenté gritar de tanto dolor, pero me fue imposible
- ¡Ciddis!- Escuché seguido de cientos de chasquidos metálicos, ese es Aquiles usando su velocidad, estoy seguro.
- Aaaag.- Gritó mi hermano y cayó cerca de mí a los pocos segundos.- Aaaa.- Sostenía su brazo izquierdo con fuerza sin parar de gritar.
- Jajajaja.- Sonaba la risa del Barón entre los arboles.- Mátalos, que aún quedan otros dos.
- ¡Te encontré, pendejo!
Un quejido resonó junto a un estruendo. - No te vas a escapar, zorra.- Esa era la voz de Ova, ¡sí! Encontró al Barón.
- Chicos, ya hemos acabado con los thiumas. Ahora solo queda esa inmensa bestia... eso no lo había visto jamás.- El maestro apareció para curar mis heridas y las de Aquiles mientras el mishrop seguía de pie, sin mover un musculo.- No me queda suficiente energía para sanar a todos por completo, a penas y he podido sanarme yo luego de que me acuchillaran unas cien veces.- Noté que tenía su vestimenta llena de sangre. No sabía que tan difícil había sido pelear con 14 criaturas, yo no pude con una.
- Maestro, gracias, lo ayudaremos a pelear con esa cosa.
- No, váyanse de aquí, sigan todo derecho hasta encontrar un camino de piedras azules.- Señaló un punto entre los arboles.- No se perderán, se los prometo.
- Pero maestro, no podemos dejarlos.
- Tranquilo.- Sonrió mostrando sus enormes dientes.- Yo los alcanzaré en un minuto. Busquen la puerta en el bosque.- Dijo con más seriedad.- Solo los magos podemos verla, así que nadie los encontrará en Oasis, hasta pronto chicos.
El maestro se lanzó a por el mishrop dando un increíble puñetazo en su pecho, este retrocedió un par de pasos y ahora tenía un agujero marcando su falta de órganos. Levantó su inmenso cuchillo y comenzó a moverse a gran velocidad. Ambos compartieron puñetazos que resonaban por todo el bosque. Sin duda alguna el maestro Pedro era un mejor peleador que cualquiera de nosotros, no solo por ser de otra especie (lo que debía darle esa fuerza), sino por los movimientos audaces y su capacidad para bloquear el arma del enemigo usando solo los brazaletes.
- Vamos, hermano, ya fue suficiente descanso. - Lo miré ignorando a Pedro.
- ¡NO!- Gritó él.
- Aquiles, ya fue suficiente, me estas...- Pero su mirada estaba detrás mío, giré la cabeza. El maestro fue atravesado en el estómago con ese enorme cuchillo y lanzado como un insignificante objeto.- Ahora sí ya me tiene harto este ¡idiota!.- Exclamé con furia.- Corrí hacia el mishrop liberando un grito de batalla.- ¡¿Por qué no te mueres de una vez?!
Extendí mi espada hacía él y esta brilló liberando una esfera de luz que explotó al tocar al demonio. Su brazo había sido destruido por completo. Repetí la acción mientras él se acercaba y esquivaba algunas de las bolas de energía que no paraban de salir del acero en mi arma. Lanzó uno de sus tentáculos con tanta velocidad que pensé perdería mi otro ojo, por suerte, Aquiles apareció salvándome y quitándome de ahí.
- Ciddis, yo sostendré a ese desgraciado.
- ¡Vamos!
Aquiles apareció detrás de esa cosa, su velocidad había aumentado tanto que no lo vi hacer ningún movimiento.
- ¡¡¡Ahora Ciddis!!!
Cargué una gran bola de energía mientras que Aquiles lo sostenía sobre el cuello y el brazo. La lancé y el mishrop explotó liberando un aura negra que me arrojó por los aires hasta ser atrapado por el maestro. Él me sostuvo en sus brazos, se había curado en cuestión de minutos. Envidio esa habilidad.
- Maestro, ayude a Aquiles.- Dije muy débil.- Si la explosión me dejó así de jodido, mi hermano debe estar agonizando.- Me puso en el suelo y trajo a Aquiles junto a mí, luego de un par de minutos, para ver cómo era sanado. Él se había quemado casi toda su piel, estaba lleno de sangre, su ropa ahora consistía en trozos de tela cubriendo solo algunas partes, con ambos ojos cerrados, sin un cacho de su estómago. No escuché su respiración.
- Tranquilo.- Dijo Pedro.- Va a estar bien, no tienes de que preocuparte.
- No puedes conmigo, verdad pendejo.- Escuché la voz de Ova y el quejido del Barón.- Vamos, intenta hacerme algo.- Miré a su dirección y noté a un pobre hombre tratando de golpear a un presumido cuya ropa estaba desgarrada y ensangrentada.- No puedes ganarme, pendejo, es más, ya me aburriste.- Ova apareció debajo del barón y lo hizo volar por el aire de un puñetazo, luego apareció arriba de él y de una patada lo clavó en el suelo. El Barón no se movía, parecía que, por fin, luego de tanta desesperación, había muerto.
- Soy el mejor, perras.
- Ova.- Dijo el maestro.- Deja de jugar y ven a ayudarme, hay que salir de aquí antes de que más de esas cosas aparezcan.
- ¡Sí, señor!- Ova corrió hasta estar frente a mí.- ¿Cómo estás? Buena pelea, a que sí.
¿Qué piensa ese idiota?
- Pendejo, ya estamos bien, ¿qué pasa? ¿Estas cansado? jaja, yo ni sudé.
- Ova, ya deja eso, aún no curo a Ciddis, pronto no tendrá conciencia, pero estaremos mejor en Oasis, por ahora debo... ayudar a Aquiles.
- O ya, perdone maestro.
¿Qué pasa con Aquiles?, ¿por qué hizo esa pausa? Ya no puedo mover un musculo como para atender a mi hermano, y de hecho, debería descansar, ahora todo será mejor. Nos vamos a Oasis.
Cerré mis ojos y me quedé dormido.
Al despertar estaba de pie, mis hermanos junto a mí, el cuerpo se sentía en mejores condiciones. A mi izquierda estaban Maggie y Celestia, a la derecha el maestro, de cara a mí Aquiles y Ova, pero, lo extraño fue que todo estaba oscuro, no podía mover mis manos o mis piernas y olía a caño. Una puerta se abrió y varias luces aparecieron desde fuera, ahora noté que estaba dentro de un cuarto gris encadenado junto a mis compañeros, sobre nosotros a lo alto estaba una rendija, todos estaban con el rostro hacía abajo, noqueados, quizá muertos. Cuando mi vista se volvió más estable, percibí que el hombre de la puerta era el Barón.
- Ya están despertando.- Dijo una voz de mujer.
- Sí, ilumina todo y trae la mesa, vamos a comenzar.
ESTÁS LEYENDO
Arte Elemental: Susurro de la vida
FantasíaGatea, camina, corre o vuela. Cualquiera de esas cosas es valida en un mundo de fantasía. Pero no pares de soñar, imaginar o creer. Ya que, cuando comiences la lectura, no podrás vivir lo que las palabras tienen para ti. En esta historia se narra la...