Capítulo 31

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- Ciddis, pendejo, ¡abre los ojos!

Abrí mis ojos, Pedro estaba con ambas manos sobre mis heridas que... ya no estaban. Un aura verde me cubría todo el cuerpo al mismo tiempo que un chillido se extendía. Aún no era capaz de moverme con libertad, los músculos estaban muy débiles y la sangre estaba por toda mi ropa desgarrada, ¡pero estoy vivo!

- Ya despertó, Ova, no pierdas de vista a esas cosas, solo quedan cinco.

- Claro que no, maestro.

Se alejaron de mí llevando a los thiuma con ellos. La oscuridad dominó mi campo de visión, a lo mucho alcancé a ver que Aquiles estaba recostado a mi lado.

- Yo... lo siento.- Dijo susurrando.

- No te preocupes, hermano.- En realidad lo dije por decir, casi muero por culpa él, de cualquier forma, no llegó a mayores.- ¿Dónde está Maggie y Celestia?- Levanté mi cuerpo con mucha dificultad, sentí un espasmo en la columna y un crujir en los huesos.

- Yo...- Aquiles no terminó de hablar cuando escuchamos un rugido.

- Aún no termina señores, va comenzando.

- ¡Sal ya, hijo de perra!- Exclamé.

- Nono, aún tengo un regalo sólo para ustedes, cortesía de mi mejor amigo: el rey.

- ¡¿Qué?!¿Hay más?- Pensé- ¿Cómo voy a derrotarlos? No puedo solo, no con esas cosas que usan navajas más resistentes que la tierra.

- Les presento.-Desde la oscuridad de los arboles frente a nosotros escuché un par de pasos y algo metálico arrastrándose.- Al mishrop.- Un hombre con los músculos descomunales, un casco rojo cuyos ojos sacaban llamas ardientes, pálido, con la parte baja cubierta por una manta sucia y llena de sangre, cosida desde un lado ocultando sus piernas, y todo el cuerpo liberando pequeños tentáculos de energía oscura. Se acercó arrastrando con una mano un cuchillo enorme que debía medir poco menos de su altura, supuse que serían más de dos metros.- Diviértanse.

- Me cago en tus muertos, Barón de mierda, justo ahora que no tengo fuerza suficiente para mantenerme en pie.- Puse ambas manos en el suelo para levantarme. Subí la vista y noté un brazo extendido.

- Bien, Ciddis, tú ganas.- Miré hacia arriba y Aquiles estaba parado con su espada sobre el hombro.- Vamos a partirle la cara a ese infeliz.- Tomé su mano y me levanté sin quitar el apretón.

- Hermano.- Dije viéndolo a los ojos.- Yo te protegeré.- Una pequeña explosión fue liberada obligando a separarnos, mi espada liberó un gran brillo y creció: se sentía más como un mandoble, de color verde en todo el filo y con un grabado extraño que no comprendí, el mango era rojo con partes blancas y dos pequeñas navajas a los costados apuntando hacia el frente simulando ser un tridente.

- Vamos, Ciddis, prepárate.- Dijo poniéndose en esa ya tan fosa pose de pelea. Me hizo recordad los días que entrenamos juntos en el dojo del maestro.

Sostuve la espada con fuerza, sabía que con la poca energía que me quedaba no lograría mucho, pero, ahora tenía el apoyo de mi mejor amigo, de mi hermano.

Ambos saltamos hacía la bestia.

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora