Capítulo 2

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- Imposible. Esto no puede estar pasando, voy a regresar.- Exclamé, pero la cueva ya no se encontraba tras nosotros.- ¡Agg!

- Aquiles, estoy confundida.

- Y lo entiendo. Es una situación imposible de explicar.- Dije agitando mi cabeza de un lado a otro y molesto por el temblor en mis manos. No sabía si temblaba por frío o por los nervios. 

Suspiré. Puse ambas palmas sobre mi rostro y me quedé así un rato viendo el oscuro panorama. Cuando me tranquilice tomé el mando y di la orden de movernos. Eso hicimos.

En realidad la palabra "tranquilizar" significaba mucho. No puedo decir que dejé de pensar en todo; que dejé pasar las cosas sin más mientras avanzamos hacia el pueblo, pero no quedaba de otra, sabía que si yo perdía el control Maggie también lo haría y que, si ambos perdíamos la cabeza, no llegaríamos a ningún lado.

Logramos llegar a un pueblo cubierto del blanco de la nieve y brillante por la luz de la luna y las estrellas. La poca iluminación y la falta de personas deambulando causaba un escalofrío. 

Paramos frente a una posada, bastante lujosa a decir verdad. Supuse que nos echarían por no tener nada de oro en los bolsillos. Busqué un poco y ¡oh! mi grata sorpresa, el dinero estaba ahí. Por fin una buena noticia, el rey había dejado algo de oro entre sus ropajes y probablemente nos alcanzaría para una noche, así que entramos y hablamos con la recepcionista.

- Buenas noches.- Dijo.- ¿Les pongo la habitación de lujo?

Supongo que nos juzgó por la forma en que estábamos vestidos, lo que fue una suerte, a decir verdad. Había que aprovechar la situación y aparentar, no podíamos solo decirles: ¡ey! vengo del reino del este, pero llegué aquí por una cueva mágica de dos kilómetros. ¡Me tomarían por loco!

- No, solo pasaremos aquí una noche.

La mujer me vio extrañada y apuntó a una habitación no muy lejos de ahí. -Esa está libre, aquí tienen las llaves, disfruten de su estancia.- No parecía muy interesada en nada, era una de esas personas que entran a trabajar para esperar la hora de salida, sin disfrutar de lo que hacen o ni siquiera darle una sonrisa a los demás.

Entramos al cuarto y cerramos la puerta. Maggie se arrojó sobre la única cama y quedó suspirando con los ojos cerrados un rato.

Lo primero que hice fue tomar una ducha. Necesitaba sentir el agua caliente recorriendo mi rostro y escuchar como los pensamientos caían al suelo. Me puse a pensar en cómo todo avanzaba de una forma acelerada: no habíamos llegado al castillo y ya me encontraba pisando la nieve en el norte.

Cerré ambas llaves y salí de la ducha con el vapor delante mío. En ese momento alguien golpeó la puerta.

- Buenas noches, soy Cossete, la dueña del lugar.

¿Tan obvios habíamos sido?, enserio. ¿No puede pasar un minuto sin que alguien llegue a molestarnos?

Noté como Maggie se levantó encima de la cama y comenzó a moverse provocando un rechinar horrible.

- ¡Sí!, ¡me encanta, sigue!- Gritó. - ¡No pares, soy toda tuya, sigue!- La observaba mientras ella me hacía señas para seguirle el juego.- ¡Dámelo todo!, aquí está tu sucia gatita.

- Em, ¡sí, yeah!- Continué.- Dámelo todo.- Miraba apenado hacía el borde inferior de la puerta mientras Maggie seguía con sus gritos de loca y me hacía algunas señales para que fuera más sucio.- Déjame llenarte de mi leche rosada.- Exclamé dejándome llevar.

- ¡Ah, sí, me va la zoofilia!- Dijo Maggie levantando ambos hombros y viéndome extrañada.- ¿Piensas que somos mandulas para dar leche de ese color o que?- Susurró.

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora