- Escuchen.- Dije.- Si vamos a tener estas espadas hay que aprender a controlar su poder.
- Sí, además de evitar que mamá las vea.
- ¿Por qué? Maggie.- Se acercó Celestia y le jaló un poco la playera.- Yo quería mostrarle a mamá lo que puedo hacer.
- Se volvería loca si nos descubre con ellas, son muy peligrosas. La conozco y sé que eso diría, sin importar que el maestro nos haya enseñado a usarlas, lo que es más, tiene ya mucho tiempo desde eso y me parece ridículo.
- Pero la diferencia es que con el maestro usamos solo de madera.- Intervine y le sostuve levemente el hombro.- Nunca nos dejó tocar un arma real.- Giré a ver a mi hermano.- Ciddis, ¿hay algo en ese libro que nos pueda ayudar a controlar la magia?
- No que yo recuerde.- Se tocó la barbilla y caminó dando círculos por la habitación, ignorando lo sucedido hace nada.
- ¿Dónde está?
- Pues ya hace rato que se perdió.- Se detuvo.
- Genial.- Dije con sarcasmo y me dejé caer sobre la cama.- Andaremos a ciegas.
- Primero hay que buscar un lugar en donde practicar y después nos preocupamos por eso.
- Ciddis tiene razón.- Dijo Maggie.- Insisto en que mamá no nos dejará ensayar aquí y mucho menos con esta actividad que es muy peligrosa como para hacerla sin alguien que nos supervise, ya me arrepentí de lo que dije, podríamos salir heridos, no voy a dejar que Celestia se lastime usando esa cosa tan afilada, mejor dejemos las espadas y le decimos a mamá.
- Maggie.- Intervine.- No. Yo me encargaré de cuidarlos, por eso no te preocupes, y, por cierto, hace rato hubo un incendio, una inundación, yo salí volando y Ciddis se golpeó contra el suelo. ¿Nos ves algún rasguño?- Dije señalando mis brazos, piernas y rostro.- Eso es una señal, estas espadas no van a hacernos daño, nos protegerán de cualquier cosa. El maestro no dejaría que algo nos pasara, tranquila, eso lo sé bien.
Se quedó callada unos segundos, como pensando muy bien su respuesta y mirando a todos lados diciendo con los ojos: Esto es una mala idea, no debería decir que sí, me van a castigar, etc. después contestó:
- ¿Y dónde lo haremos?
- ¡En el dojo del maestro!- Gritó Celestia y se puso a brincar.- Me encanta ese lugar, está lleno de florecitas y un estanquito en donde veía ranas saltar de un lado a otro y unos árbolotes atrás con arbustos para escondernos y jugar toda la tarde.- De la emoción no dejaba pausas para respirar.
Noté como Max y Rob estaban emocionados por la idea. Uno de ellos saltaba en la cama y otro se limitaba a sonreír altanero. Ciddis de igual forma comenzó a reírse mientras Celestia describía el dojo. Los demás se portaban como locos ante la noticia.
Volví a dibujar una sonrisa en mi rostro.- Eso haremos. Mañana temprano iniciamos el entrenamiento en el dojo del maestro. Ya está dicho. Por ahora escondamos las espadas bajo la cama y vayamos a cenar con mamá.
- ¡Sí!- Gritó Max.
Todos bajamos y tuvimos una deliciosa cena, no muy lujosa, pero si con un sabor exquisito: Huevo con jamón, pan crujiente y jugo de naranja recién exprimido ¡que hermosura! Hace tanto que no saboreaba la comida como esta noche. Escuché a Celestia contar sus historias de cómo, junto a sus amigas, salían del reino en busca de grandes aventuras y luchaban contra bestias temibles usando varias espadas, arcos y magia de todo tipo; a Rob diciendo que somos unos sucios y explicándonos como comer con clase levantando el meñique, eso me pareció gracioso; Ciddis y sus historias sobre ese tal libro de magia; e inclusive mamá y Maggie se estaban muriendo de la risa al ver a Max comer como puerquito contradiciendo a Rob y haciendo ruidos tales como: Oing.
-La mejor familia del mundo.- Pensé.- No la cambiaría por nada.
Al terminar de cenar ayudé a mamá a lavar todo mientras los demás iban a la habitación a toda velocidad, entre saltos y jugueteos, incluyendo a la amargada de Maggie.
- Listo madre, ya terminé de limpiar.- Dije secando mis manos.- Y no me comí la paleta, te la dejé sobre la mesa.
- Sí, hijo, gracias.- Se recostó en el sofá.- Buenas noches.
Me acerqué y le di un beso en la frente, la cobijé con una manta y le sugerí que no se quedara dormida ahí, que para eso tiene su cama.- Buenas noches, ma.- Caminé hasta la escalera.
- Me alegra verte feliz, mi niño.- Escuché como susurró, me detuve, sonreí y subí a mi habitación.
Todos estaban ya en cama, supongo que desesperados por ir al dojo en la mañana. Aun así, era muy evidente que nadie estaba dormido, podía escuchar susurros y risillas entre las sabanas, además de charlas absurdas entre Celestia y Max sobre magia. Caminé a mi cama hasta el fondo del cuarto y eché una mirada más antes de dormir. Mis hermanos desastrosos; mis hermanos raros, egoístas y sucios, ahora eran lo que nunca pensé decir: Mi familia.
- Los quiero.- Susurré. Debajo de la cama un brillo morado alumbró con fuerza por unos segundos y luego desapareció. No le di importancia, me metí entre las sabanas y me dormí.
La mañana siguiente ya estaban todos listos para salir de casa.
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Arte Elemental: Susurro de la vida
FantasyGatea, camina, corre o vuela. Cualquiera de esas cosas es valida en un mundo de fantasía. Pero no pares de soñar, imaginar o creer. Ya que, cuando comiences la lectura, no podrás vivir lo que las palabras tienen para ti. En esta historia se narra la...