Capítulo 17

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Hay momentos en los que simplemente te das cuenta de que todo se ha ido a la mierda; momentos en que sabes que a partir de ahí ya todo irá mal y no puedes evitar sentir ese cosquilleo insoportable en tus brazos; sentir esa pulsación repentina en el pecho y que el sudor baje por la mejilla esperando no llorar de desesperación. Me pasó cuando nos dieron la noticia de la muerte del maestro y cuando supe que Katia se iría del reino. Este es uno de esos momentos.

- Ma..mamá, ¿qué hace ese hombre aquí?- Preguntó Maggie dando un paso al frente.

- El señor me pidió ayuda, estaba tirado en la calle con varias cortadas. No me atreví a dejarlo ahí.- Dijo sin parar de sonreír.

No fui capaz de pronunciar una palabra. Ese maldito nos veía a los ojos, desafiando y con una arrogancia que dan ganas de aplastar. Lo que más odié fue su sonrisa mientras sorbía el café. El desgraciado nos estaba diciendo: Si hacen alguna estupidez mataré a su madre.

- Siéntense niños, su madre los espera ya desde hace mucho.- Desvió su vista a las espadas.- ¡Oh!- Exclamó.- Encontraron mis pertenencias, pensé que las había perdido cuando caí por la ventana.

Mamá nos miró.- ¿Esas espadas son suyas?- Parecía más interesada en las espadas que en lo raro de la historia de aquel hombre.

- Sí señora, como le decía, estoy investigando un caso. Hace no mucho un par de bandidos robaron seis espadas de la realeza en el reino del este y me mandaron a mí para descifrar lo que ocurría. Los describieron así: uno de ellos era moreno, alto y muy soñador, además de irresponsable; otro era un rubio alcohólico de ojos azules; una pequeña niña de piel aperlada con el cabello azul, muy distinguible, y los ojos marrones, sin ignorar su hiperactividad; también decían haber visto a un presumido de cabello castaño y a un bobo moreno con pelo en forma de hongo. Si no mal recuerdo, la líder era una mujer mandona.- No dejó de vernos mientras describía. Este sujeto dijo la verdad, nos investigó, la verdadera pregunta es: ¿desde cuándo?

- Pues a saber dónde estarán, espero que los encuentre a todos.- Respondió mamá muy amable.

- Gracias señora, por ahora agradecería que sus hijos me dieran mis pertenencias para poder continuar en mi búsqueda.

- Sí.- Nos miró-. Niños, no sean maleducados, denle al pobre hombre sus cosas, yo iré a preparar más café en la cocina.- Mamá fue al comedor y escuchamos como molía los granos al tiempo que el agua hervía.

- Eres un maldito.- Susurré con ira.

- Y tu madre es una mujer muerta si no me entregan esas armas.

- Quiero ver que lo intentes.- Exclamábamos entre susurros.

- Aquiles, no. Es una estupidez.

- Ciddis calla. No voy a dejar que este hombre venga a nuestra casa y nos amenace con quitarnos lo que el maestro nos dejó o con matar a mamá. El maldito debe saber que no puede ir por ahí haciendo lo que le salga de los huevos, menos con esa sonrisa burlona que ya me tiene harto.

- Aquí estoy.- No paraba de sonreír. Noté que no portaba su lanzador con él, podía ser la oportunidad de atacarlo y ganar la pelea, pero seguía pensando en que mamá estaba en casa y que mis hermanos podían morir si hacen algún mal movimiento. El barón es un hombre con la fuerza y habilidad de diez guerreros, la inteligencia de veinte hombres y la astucia de un demonio. Me tomó menos saberlo que enamorarme de Katia. Ganar sería un golpe de suerte.

Mamá regresó al comedor portando un delantal y unos guantes de cocina con los que sostenía esa pesada jarra de café.

- ¡Listo!- Gritó sonriente al ponerla en la mesa y voltear a vernos.- ¿Aún no se las dan?, ¿saben ustedes lo peligroso que es portar una espada?

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora