Hace poco que el rey nos ha llamado a su castillo. No sabemos la razón, pero parece estar grave de salud. Una cosa es cierta: de ser verdad, el reino del este perderá a su mejor gobernante.
Mi nombre es Aquiles, he sido uno de sus guardias más leales desde hace años. Ahora mismo voy dentro de una carroza junto a mi compañera Maggie, quien me ha acompañado desde el día en que me uní a las fuerzas; ella está observando los peñascos y el mar por la ventana.
El castillo debe ser el más grande en los cuatro reinos, el más hermoso y más cálido también, construido en una isla de enormes rocas puntiagudas y unido al continente por la propia naturaleza. Con verlo puedes sentir el poder que hay dentro de él.
- Maggie, antes de que lleguemos.- Dije mirándola.- No hagas nada tonto.
- De acuerdo, señor.
- No me llames señor a menos que haya alguien más con nosotros.
- Estoy nerviosa, jamás me habían llamado al castillo, además llevo un buen rato con ganas de ir al baño y eso que no almorcé.
- ¿Trajiste algo para desayunar?
- Sí, me hice un sándwich, pero como no sabía que el camino iba a ser tan largo no me lo comí y cuando volví a mirar ya estaba pegado en la servilleta por el calor.
Suspiré.- Como dije, no hagas nada tonto.- Volví a mirar a la ventanilla.
Tras cruzar el camino bajamos de la carroza y observamos las inmensas puertas del castillo. Una mujer salió y nos hizo una señal para acercarnos.
Caminamos hasta llegar frente a ella, desde cerca se apreciaba mucho mejor su gesto de desagrado, como si estuviese oliendo algo podrido. Lo que más intimidaba era su inmensa armadura y la facilidad con la que estaba caminando con todo puesto; su arma era un estoque con un mango gris y un grabado de una flor negra; ella de cabello castaño y con ojos azules. Muy hermosa a simple vista, si no supiese que es la guerrera más fuerte del castillo la invitaría a salir.
- Buenos días, espero estén preparados para ver al rey.- Afirmó mientras nos colocamos en formación.- Van a pasar directo a su lugar de descanso y ahí los recibirá. Síganme.- Comenzó a caminar delante de nosotros.
Dentro, el castillo estaba oscuro y solo la luz en la puerta nos alumbró hasta llegar a la habitación, fuera de ese largo pasillo no había mucho que se pudiese apreciar: las pinturas y estatuas permanecían hundidas en las tinieblas brillando solo un poco, como si la penumbra hubiese sido invadida por demonios que resaltaban por los destellos de algunos cristales al ser golpeados por la iluminación.
- No los puedo acompañar dentro, son ordenes del rey.- Dijo y abrió la puerta con un leve empujón, luego se alejó.
Maggie y yo entramos. Al igual que el resto del castillo la habitación estaba oscura, y tan solo una vela en la mesa de noche del rey iluminaba parte de la cama, los decorados de la misma y algunos pendientes colgados. Sobre esta se veía a un hombre entre las cobijas, acabado por la vida y las guerras.
- Acérquense.- Su voz era más un susurro que un sonido y sus respiraciones parecían de un anciano con una enfermedad aguda en los pulmones. Con cada exhalación dejaba el alma.
Al acercarnos, la luz de la vela nos reveló su rostro: a pesar de que él aún era bastante joven, su piel se había arrugado como una pasa, pero eso no fue lo que más nos asombró, algunas partes de su cara parecían haberse descamado, como si fuese un rompecabezas, dejando un agujero negruzco en lugar de piel. Todo eso, con sus movimientos lentos y expresiones débiles, lo hacían ver como la persona más desdichada del mundo.
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Arte Elemental: Susurro de la vida
FantasiGatea, camina, corre o vuela. Cualquiera de esas cosas es valida en un mundo de fantasía. Pero no pares de soñar, imaginar o creer. Ya que, cuando comiences la lectura, no podrás vivir lo que las palabras tienen para ti. En esta historia se narra la...