Tras la muerte de sus dos hermanos, Aquiles quedó en shock. Por su mente recorría la duda, la melancolía, sus antiguos deseos de vivir ante la injusticia y salir adelante. Veía las cosas en blanco, sin entender porque la ansiedad por continuar en la vida si todo es tan malo; sin comprender porque debía ser su historia y no la de alguien más... Quería estar con Katia... Quería estar con su madre... Quería estar con su maestro.
Ova les había conseguido una carroza para viajar por la zona dos y parte de la zona uno. Lo hizo robando con descaro y sin preocupación a ser descubierto.
- Pues era necesario, pendejo.
Antes de salir de su casa, Ova les entregó un par de trajes para no ser descubiertos: eran como túnicas con el gorro lo suficientemente grande para cubrir parte del rostro, incluyendo un par de botas cómodas, todo color blanco.
Luego de pasar por la puerta a la zona uno comenzó a oscurecer, aún faltaba cruzar por los campos de cultivos, ganado y arboledas que ahí habitaban. Ova pensó en quedarse sobre la carroza, dormir ahí, esperar a que amaneciera y dejar descansar a los caballos, pero Maggie renegó
- No, nuestra madre solía tener una casa en esta zona, ya está vendida pero esa mujer le debe un favor.
- Entiendo, vamos para allá.- Decía el conductor Ova.- Dirigirme que estoy cansado.
- Sí.
Nadie poseía ánimos para nada, mucho menos Aquiles, quien se la pasaba observando las estrellas desde la parte trasera de esa vieja carroza. Se detuvieron un segundo para que Maggie se pasara a la parte de enfrente y orientar a Ova. Ciddis y Celestia permanecían abrazados, ella con los ojos rojos de tanto llorar y él con una mirada de determinación puesta sobre las nubes, su menté pedía venganza, saber quién había hecho a esa cosa y matar al Barón de la forma más cruel que se le ocurriera.
- ¿Cómo estás?, pequeña- Decía besando la nuca de ella.
- Am- Intentó hablar pero solo salían pequeños sollozos.- Estaré bien.
- Hace mucho, cuando todavía era un niño raro, me gustaba observar los salones de mujeres, solo para ver a una niña llamada Blanca.- Sonrió.- Claro que ella nunca me hizo caso, un día me metí con una peluca y labial para sentarme a un lado de ella, giré mi cabeza a la ventana cuando entró la profesora y, en medio del examen, me levanté para ayudar a mi amada.
Celestia lo veía con atención, no poseía nada mejor que hacer hasta arribar a la casa del campo y quería saber a dónde quería llegar Ciddis contando todo eso.
- ¿Y qué pasó después?
- Blanca se puso roja como un tomate y me pidió alejarme de ahí, pero yo insistí hasta que las demás se dieron cuenta que era hombre, la profesora me gritó y salí por la ventana siendo un héroe.- Lo último lo dijo con un tono sarcástico y poniendo gestos en su rostro.
La pequeña sonrió ante ese tono y pidió que contara más historias sobre esa tal Blanca.
- Pues ella era de mm, cabello azul, con grandes ojos de la misma tonalidad y la piel como la mía, no espera un poco menos tostada, algo así como la arena.
- ¿Cómo es eso?
- ¿No sabes lo que es? Cierto que tú nunca pudiste ver el mar- Se quedó pensando con el dedo en el labio.- Ya sé, cuando vayamos el reino del este voy a mostrarte lo que es.
- ¿Se come?
- No.- Soltó una leve carcajada.- Si eso se comiera no existiría hambre en el mundo, ¡es enorme!
- ¿Es muy grande?
- Sí, increíblemente grande, hay mucha mucha agua.
- Entonces no voy a tener sed
- Algo así.- Dijo sonriendo.- Pero esa agua sabe muy feo, lo que te puedo asegurar es que no hará tanto frío como en casa.
- ¿Por qué?
- Es que allá el sol es más fuerte, te podrías tostar como yo.
La niña miró la piel de Ciddis.- Yo pensé que no te bañabas.
- ¡Ey! tranquila, mi color de piel no tiene nada que ver con el hecho de que no me bañe, eso es lo que provoca mi tan irresistible olor de axilas.
Ambos se rieron ante tal afirmación, luego quedaron callados mientras desviaban las miradas. Por un momento se habían sentido en casa nuevamente, habían olvidado lo que pasaba y recordaron esas peleas constantes por cosas sin sentido y estarse gritando todo el tiempo, querían regresar a esos tiempos; aquellos dónde la vida y la muerte no era un tema de discusión y solo pensaban en lo que prepararía mamá para cenar.
- Ya has que lleguemos, pendejo.
La carroza se detuvo.
- Listo, es en esa casa.- Decía Maggie bajando.
- Entiendo, pero ¿qué vamos a hacer?, tocar y decir: hola pendejos fuera de aquí que esta era mi casa
- No, ella le debe un favor a mamá, nos ayudará, estoy segura.
- Pues dale pendeja, que a mí me vale verga, por mí yo duermo en la carroza y ustedes se van a un árbol.
Ciddis y Celestia bajaron de la carroza. Aquiles no movió un musculo y decidieron, luego de una pequeña charla entre ellos, que no había problema si se quedaba en ese lugar por lo que quedaba de la noche.
- ¿Y ese pendejo se va a quedar ahí? Pues vale, tú lo estas escribiendo.
Se acercaron a la puerta y Ova resbaló en un charco de lodo con popó.
- Qué asco, yo no me voy a caer ahí, estás loco.- Decía ya en el suelo.- Oye no, yo no me he caído.- Intentaba limpiarse con el pasto pero era poco probable que esa mancha y ese olor se fueran a quitar.- Puto Aquiles.
Los chicos tocaron a la puerta (Ignorando a Ova) y una luz dentro de la casa se encendió desde la parte superior, parecía que alguien estaba bajando con una vela en las manos.
- Jodete.
La luz se acercó a la puerta, seguida de varias pisadas suaves, y esta se abrió de golpe.
- ¿Hola?- Dijo una mujer muy bella de cabello rojo, con pecas alrededor de la nariz y unos ojos grises que hacían resaltar esa belleza.- En que les puedo ayudar.- El hecho de encontrarla vestida con su pijama no le reducía ni un poco el atractivo.
- Buenas noches.- Respondió Maggie.- Lamento molestarla tan tarde pero estamos en pleno viaje y no sabíamos a donde más ir.
La mujer los miró extrañada.- ¿Los conozco?
- No... bueno algo así, conociste a nuestra mamá, ella te vendió este terreno hace ya un tiempo.
- Ya.- Dijo asintiendo.- ¿Nadie sabe que están aquí ?
- No.-
- Pasen.- Su rostro se tornó en desagrado, como si estuviera oliendo algo podrido.- ¿Qué es ese olor tan horrible ?
- Soy yo, ese pendejo me tiró en popo...- Decía levantándose y mirando a la chica, ahí se quedó paralizado.
- ¡¿Ova?!- Exclamó ella
- Te mamaste, pendejo.
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Arte Elemental: Susurro de la vida
FantasíaGatea, camina, corre o vuela. Cualquiera de esas cosas es valida en un mundo de fantasía. Pero no pares de soñar, imaginar o creer. Ya que, cuando comiences la lectura, no podrás vivir lo que las palabras tienen para ti. En esta historia se narra la...