Capítulo 34

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- Veamos, ahora que podemos hablar con tranquilidad.- Decía él mientras cerraba la puerta para quedar solo.- Necesito que me expliquen un par de cosas.

Mis hermanos ya estaban despiertos con excepción de Aquiles. También el maestro y Ova lo estaban, ellos habían sido encadenados con más seguridad que el resto. Noté que las cadenas no estaban directamente clavadas a la pared, sino que provenían de un hueco en la misma, pero no supe por qué. En el centro había una mesa con tijeras, navajas y algunas herramientas raras. La más impresionante era un cuchillo en forma de gancho del cual surgían algunos picos afilados con la misma forma, este tenía un par de hendiduras en forma de medialuna.

- Estoy algo emocionado.- Decía el Barón colocándose unos guantes blancos y quitándose el abrigo.- Ya quiero comenzar, pero antes, les daré un ejemplo de lo que les pasará si no cooperan.- Tomó una bolsa de cuchillos sobre la mesa y se acercó a Pedro clavándolos en sus brazos, piernas, pecho y ojos. El pobre intentó mantener la cordura y no gritar, pero al final cedió y sus gritos se escucharon por todo el cuarto.

- Aaaaaa.- Sus ojos escurrían en sangre al igual que el resto del cuerpo.

- ¿Te dolió?- Decía el Barón. Ahora se había vuelto nuestro verdugo.

- ¡Vas a pagar por esto maldito infeliz!- Exclamó Ova desde el otro lado de la habitación.

- Tranquilos, estamos iniciando.- Dijo en tono de burla.- Escuchen, ustedes pueden ser libres, solo tienen que decirme lo que necesito y los dejaré ir, hay que apoyarnos.

- ¡Tú mataste a mamá!- Gritó Celestia enfurecida.

- No te diremos nada, idiota.- Interrumpió Maggie.

- Esta bien, les voy a dar otra oportunidad, sé que tuvimos algunos mal entendidos pero, esa no es razón para enojarse.- Me sorprendió su forma de actuar, como si en realidad nada hubiese pasado. Parecía estar encima de la situación, sin sentimiento alguno.- Escuchen, hace poco dejaron un par de espadas atrás, no entendí porque, pero supuse, corríjanme, supuse que estaban muy asustados y no se dieron cuenta.

¡Las espadas de Max y Rob!- Pensé.- Es cierto, cuando murieron era en lo último que hubiésemos querido hablar.

- Intenté usar la más rara, pero uno de mis hombres se convirtió en algo asqueroso y murió, por lo que preferí ya no tocarlas. Necesito que me digan, como hago yo, su humilde servidor, para usar esas espadas.

- ¡No! Jamás te diremos nada, ¡idiota!- Exclamó Maggie.- Eres un infeliz, no sabes cuándo morir, jódete de una vez y deja en paz a mi familia.

El Barón no dijo una palabra y se acercó a Celestia.- Hola pequeña, ¿tú me ayudarás verdad? Dime, tú sabes cómo controlar esas cosas, y no me mientas que te he visto, ¿Podrías decir cómo hacerlo?- Su lenguaje indicaba que, hiciéramos cualquier cosa, íbamos a morir.

Celestia miró a Maggie, esperando armarse de valor, y luego al Barón.- No, no te diré na...- Pero antes de terminar de hablar el Barón le golpeo el rostro con tanta fuerza que el cráneo rebotó en la pared. Maggie gritó que se detuviera, pero eso lo volvió más agresivo y dio un par de golpes en el abdomen de la pequeña, la sostuvo de los cabellos para que su cabeza ya no rebotara y otro puñetazo más y luego otro. La sangre de Celestia brotaba sin parar, su nariz se había desviado y comenzaron a salirle moretones y bolas en la cara, sus ojos estaban tan hinchados que le era incapaz ver, eso se deducía a simple vista. Mi hermanita estaba llorando, se había orinado y un hedor pútrido nos llegó. El Barón extendió su brazo para tomar impulso, la soltó de los cabellos y dio un golpe tan fuerte en su cara que al rebotar el cráneo escuché un crujir y noté la sangre desde atrás. Ella quedó inconsciente.

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora