La mañana siguiente Maggie fue la primera en despertar. Sus ojeras eran enormes, tenía ambos brazos entumidos y ningún sentimiento luego de anoche. Soñó con sus seres amados y con esa ligera pero extraña sensación de gusto por Ova. No tuvo idea de dónde había llegado. Supuso que era por la extrema belleza de ese chico, sus ojos de color o quizá le gustó ser maltratada. De todas formas, eran opciones inútiles. Nada podía explicar ese repentino gusto.
Escuchó como la dueña de la casa bajaba por las escaleras, al hacerlo la observó con una armadura puesta de un tamaño enorme y su mismo estoque, iba decidida, mataría a Ova. A Maggie eso no le preocupó, la vio salir y decidió tomar una ducha aprovechando el tiempo que esa mujer perdería en la pelea.
Llegó al baño y, a pesar de no saber bien cómo funcionaba la regadera, no tardó en darse cuenta de que: una de las tres llaves calentaba el agua que caía, otra llenaba la tina desde arriba y la última desde abajo. El problema con esas cosas siempre ha sido tener que esperar a que el agua se caliente, y si se te pasa la mano, esperar a que se enfríe. Una vez estuvo todo listo, entró y cerró los ojos. Un par de lágrimas se derramaron por sus mejillas mientras intentaba contener un sollozo. No había tenido tiempo de ser ella misma en todo este tiempo; de sentirse cómo algo más que un objeto de pelea y ver fracaso tras fracaso ante cada situación. Todo la carcomía. Se culpaba de la muerte en su familia y no recordaba como ser una mujer.
Ciddis ya había despertado, escuchó a dos personas discutir desde fuera, supuso que Ova y la tipa estaban peleando otra vez. Tocó su frente para acomodar el cabello que ya se notaba más grande, y decidió no moverse hasta que se le ocurriera otra historia para contar a Celestia, quien aún dormía. Se estaba volviendo bueno para esas cosas.
- La practica hace al maestro.- Pensó a la par que se acurrucaba junto a su hermanita.
- ¡Ag! - Exclamó la mujer al caer al suelo.- Un día de estos voy a matarte.
- Tranquila pendeja, yo que te hice.
- Eres un idiota.- Se sentó cruzando ambos brazos y rodillas.
- No podrás tocarme nunca, soy demasiado fuerte, ya te lo había dicho.
- Dime algo.- Lo miró entre enojada y confundida.- ¿Ellos son igual que tú?
- ¿Igual cómo? Pendeja
- Ya sabes, igual de raros, con magia.
- Pues sí, que crees que me junto con gente inferior... bueno ellos son inferiores pero mínimo tienen magia, no como tú.- Ambos guardaron silencio unos minutos.
- ¿Has visto las bestias del este?- Dijo ella en tono serio.
- Sí, hace poco. No sé cómo lograron entrar en este lugar. Se escucha por ahí que el príncipe está todo loco y ya tiene genocidio y esas cosas... sea lo que sea que signifique.
- Supe que hay un hombre, creo que se hace llamar " El Barón"
- Sí, escuche de él, se dice que es una gran persona, con un alma bondadosa y gran corazón.- Respondió Ova.
- Pues.- Lo miró extrañada y se puso de pie.- Ese sujeto fue al este no hace mucho, creo que se llevó un par de esas bestias y las trajo hasta acá, no estoy segura si las tiene ocultas por algún lugar del reino o las mandó esconder por los bosques del suroeste. Mis contactos han dejado de comunicarme sobre esas cosas, de hecho, han dejado de comunicarse en general.
- ¿Fue antes o después de que huyeras del castillo? Me refiero a lo de las bestias.
- Yo diría...
- Que me vale verga, pendeja. Me voy ya, iré a por los tipos estos, que me aburre escuchar hablar a la gente, yo quiero acción.
La mujer asintió con la cabeza, dio un leve golpe al hombro de Ova y mirando a lo lejos dijo.- Cuídate zorra.-
- Esta es la primera y última vez que me tocas.- Respondió sin arrogancia en su tono de voz. Las primeras palabras que dice de esa forma.
Ova fue directo a la casa, dejando a la mujer volar en sus pensamientos. Ahí vio que Ciddis y Celestia estaban almorzando.
- Ya vámonos, pendejos, ¿piensan que es un día de campo? Iré con su hermana.
- ¿Maggie?- Respondió Ciddis.- No sabemos dónde está.
- Yo sí, lo leí hace rato.-Ova subió las escaleras y tocó la puerta del baño.- Pendeja, ya es hora.
Maggie estaba hundida totalmente en el agua, su respiración era normal a pesar de eso, era como si tuviese branquias y con cada inhalada absorbiera aire de algún lado. Sus manos se sentían muy ligeras, era como estar reposando en su cama, exactamente la misma sensación de comodidad y plenitud.
- Pero sal de ahí, pendeja, que te quiero ver desnuda.
Ella escuchaba todo a la perfección, pero sus pensamientos estaban en otro lado: dentro de su mente caminaba por el fondo del mar, sentía sus movimientos lentos, el sol aún brillaba sobre ella y los peces la veían como uno más; como alguien de la familia. Luego de dar unos cuantos pasos vio un abismo y se arrojó sin dudarlo, pensando que, si no encuentra respuestas ni en la superficie, ni en las profundidades, había que llegar más abajo. Su piel y el agua se unieron, la oscuridad comenzó a consumirla, sus dedos se volvían transparentes, era como desaparecer.
- ¡Maggie!- Gritó Ova desde fuera.- ¡Reacciona, pendeja!-
Abrió los ojos, de nuevo estaba en la bañera, por un instante se sintió desilusionada y luego, se obligó a regresar a la realidad. Salió del agua y susurró.- Ya voy.
Debieron pasar veinte minutos para que todos estuvieran listos y en la carroza, era momento de partir. Maggie se sentó delante, junto a Ova; Ciddis y Celestia frente a Aquiles en la parte trasera, él seguía igual: sin decir una palabra o ver a los ojos a los demás.
La mujer estaba parada en la puerta de su casa, veía alejarse a los visitantes nocturnos y esbozaba una extraña sonrisa.
- Adiós, niños.- Susurró recordando la noche en que ella llegó pidiendo ayuda a esa casa, la mujer dentro no dudó en abrir sus puertas y presentar a su familia, incluirla en la misma y darle alojamiento. Esa calidez es cómo debería sentirse amar.
A lo lejos, conduciendo, Ova giró su cabeza para verla y dijo.- Adiós, Elizabeth.
Siguieron su camino un par de horas, ya que la zona uno es un lugar bastante amplio, hasta ver, a lo lejos, las puertas de la salida hacia el este, y ahí, había un hombre esperando, no se veía bien su rostro, pero Ova estaba seguro de que ese era su maestro.
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Arte Elemental: Susurro de la vida
FantasyGatea, camina, corre o vuela. Cualquiera de esas cosas es valida en un mundo de fantasía. Pero no pares de soñar, imaginar o creer. Ya que, cuando comiences la lectura, no podrás vivir lo que las palabras tienen para ti. En esta historia se narra la...