Capítulo 35

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- A veces me sorprendía que la gente fuera tan idiota. No puedes hacer una amistad en cuestión de segundos; no se puede confiar en las personas. A estos sujetos, que entraron en mi reino, tuve que ir a buscarlos. Llegué en cuestión de horas. Supe de inmediato que, si los dejaba vivir, ellos intentarían algo.- El barón seguía con su historia mientras Ova comenzaba a crujir.- No fueron muy discretos, siempre supe a donde se dirigían. Sólo había dos cabañas en esa dirección y bueno, los observé desde entonces. En un descuido, uno de ellos murió y nunca supe por qué. El maldito hizo reventar medio bosque con su muerte. Por desgracia yo estaba ocupado en otras cosas cuando pasó. Y bueno, lo demás es historia vieja.

- ¡¡Las emociones!! ¡Se manejan por emociones!- Gritó Ova.- ¡¡Son un catalizador que solo un verdadero mago puede usar!! ¡¡ya suéltame pendejo!!!- Las cuatro extremidades se destruyeron y el torso sin vida de Ova cayó de cara al suelo. En ese mismo instante los brazos del maestro se rompieron por completo y se desmoronó manchando todavía más el suelo de sangre.

- Bien, creo que ya sé lo que necesito, ¿o no?

- No lo sé.- Mi voz tembló al igual que mi cuerpo.

- ¿A no lo sabes?

- No.

- Quizá te pueda hacer recordarlo.- Tomó el enorme cuchillo con pinchos y se acercó.

- Te lo juro, no sé nada más.- Sentí miedo, pavor, temor, ahora era mi turno de ser apuñalado o torturado de alguna forma, pasará lo que él quiera que pase, no tengo poder, no puedo salir vivo, no puedo, no puedo, no puedo, voy a morir.

- Vamos a recordar juntos.- Estiró esa cosa infernal y la clavó en el abdomen de Maggie, ella soltó un gritó lleno de lágrimas y se desmayó. El Barón comenzó a sacar su arma lentamente, escuché como la sangre y las tripas estaban siendo expulsadas del cuerpo de mi hermana y de un momento a otro las vi caer. Vomité.- Nadie merece una muerte épica. Creo que te dejaré vivir, me caes bien muchacho.- El barón sacó la mesa de utensilios y ordenó que soltaran las cadenas dejando caer a Celestia, Aquiles, Maggie y a mí en el suelo, luego me sonrió y cerró la puerta del calabozo ordenando a todos irse de ahí.

- Aquiles... Maggie... Celestia... Pedro... Ova...- Miré a todos asustado, ninguno de ellos respondió. Volví a decir sus nombres unas cien veces hasta que caí del cansancio. La mañana siguiente sólo Celestia había despertado. Estaba sentada, recargada en la pared sin decir una palabra. Su rostro lleno de sangre, de bolas en los ojos y moretones tan marcados que debían doler con solo mover un musculo. Sus exhalaciones sonaban como las de un asmático. No se movía ni decía nada, solo la respiración me señaló que seguía viva.

Pasaron muchas horas. Noté que en el agujero del techo el sol se ocultaba y salía nuevamente, el tiempo, el tiempo ya no fue lo mismo que antes, no sé cuánto pasé ahí, en el suelo, perdiendo la cordura, mirando un punto fijo sin pensar en nada, inhalando muerte, sintiendo el cuerpo pesado, los músculos sin fuerza, cayendo en la desesperación.

Creí escuchar a alguien cantando, una voz hermosa, es ella, estoy seguro, mi amada Blanca. Intenté imitar su canto celestial con lo que me quedaba de fuerza:

" Que me dirá la noche, si no sueño contigo. Que me dirá la lluvia, si no tengo tu abrigo. Que me dirán las horas de esta madrugada si tú no estás aquí. Cómo le explico al alma que sin tus besos se puede vivir. Pero que me dirá la luna, cuando salga a buscarte y no encuentre en mis ojos la misma claridad. Como explicarle al aire lo que no puedo explicar."

Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora