Capítulo 10

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Desperté esta mañana con un dolor de cabeza horrible. A mi alrededor, el mundo gritaba con cada leve movimiento. Creo que fui el último en abrir los ojos, toda mi familia debe estar desayunando. Me levanté como pude y bajé las escaleras luego de ir al baño.

Todavía se me cerraban los ojos, sentí como mi boca me exigía algo de beber y como mis oídos pedían reventar. En cuanto bajé, pasó la niña jugando con el moreno y haciendo un escándalo impresionante.

Tomé asiento, puse mi mano sobre mi cara haciendo un gesto de asco y observé a mi hermana frente a mí.

- ¿Aquiles? Ya saliste otra vez con lo mismo, todos los días igual, no puedes pasar una sola noche sin estar de ebrio.

- ¿Qué hice ayer?

- Llegaste azotando la puerta, subiste las escaleras y te recargaste sobre la entrada de tu habitación unas dos horas.- Me decía en tono de regaño.- Después entraste tambaleándote y fuiste a intentar cerrar una ventana cerrada, te acercaste a Rob y comenzaste a golpearlo. Te caíste un par de veces, vomitaste y llegaste a tu cama donde te volviste a caer y vomitar. A mitad de la noche tuvimos que acostarte de vuelta y limpiar tu desastre.

- Ya.

- ¿Es todo lo que vas a decir? Tienes suerte de que mamá no esté en casa. Pareces un niño Aquiles, ya sé que la muerte del maestro te afectó, entiendo, también era una persona muy apreciada por mí, pero no por eso voy a estar ebria todos los días.

- ¿No tienes nada que hacer?

¡Ach!-Hizo un berrinche.- Se supone que eres el mayor, toma la responsabilidad de una vez.- Se alejó.

Esa fue mi hermana Maggie, se las presento. A quien dice que golpee ayer, es un niño mimado que escribe su nombre con doble "r" intentando verse elegante, además siempre está tratando de parecer superior con sus frases tontas. Los dos que me encontré al bajar y que se la pasan gritando son Ciddis y Celestia. Él es un moreno muy alto y ella es una niña hiperactiva. A y me falta Max, él es... Torpe, siempre siguiendo o animando lo que hacen todos a su alrededor. Si tuviera que ordenarnos por edades, de mayor a menor sería así: Aquiles, Ciddis, Maggie, Max, Rob, Celestia. La mejor familia del mundo.

También está mamá. Ella es la mujer más amable que haya podido encontrar. Fue la única que nos ayudó luego de la muerte del maestro, eso fue ya hace tiempo. Le tenemos mucho cariño. Y aunque a veces es un poco distraída, la amo. De el maestro prefiero no hablar mucho, él era un hombre sabio y fuerte, eso diré.

- ¡Deja de pegarme Ciddis!

- Calla y quita.

- ¡Ya!, los dos, ¡paren de pelear!

- Eso pasa cuando no hay control en uno mismo, los cerdos se revuelcan igual, pero con más clase.

- ¡Pégale Ciddis! ¡Tú puedes Celestia!

Ellos con su escándalo y yo con un dolor de cabeza insoportable. De las únicas cosas que me hace feliz en estos momentos es pensar en Katia. Desde hace tiempo que no paro de sonreír con su nombre.- Decía poniendo una sonrisa de tonto.- Su piel blanca como la nieve, su cabello castaño, ojos del mismo color, las mejillas rosadas y con hoyuelos. La conocí hace tiempo en la taberna de Don Donete. Ella estaba festejando no sé qué cosa con su familia y yo la invité a bailar. Curiosa historia, no pensaba hacerlo, me atreví porque necesitaba quitarme la muerte del maestro de la cabeza. A pesar de que mi primera opción fue una rubia sentada sola en la barra. Algo en mi cuerpo me obligó a ir por Katia. Pero jamás me arrepentiré de eso. Todo sería perfecto si ella no tuviera pareja. ¿Ustedes creen en el amor a primera vista? Yo no. A mí me tomó cinco minutos darme cuenta de que no sabía bailar, diez en voltear a ver sus ojos y un segundo en perderme en su mirada; dos horas para conocerla y una noche para enamorarme. Luego de eso no la volví a ver.

- Creo que iré a la taberna.- Susurré y solté un suspiro.

- ¡Aquiles, ayúdame!- Me percaté de que Maggie intentaba separar a los dos raros de la casa, en lo personal, prefiero no meterme en esas cosas, por lo que dije: No

- Niños, llegué a casa.- Mamá abrió la puerta y vio el desastre que habían hecho.- ¿Pero qué hacen? Celestia, Ciddis, que les he dicho.

- Sí mamá.- Dijeron al unísono.

- Vayan a jugar fuera. Maggie, ya traje las cosas para preparar la comida, ven ayúdame.-Ambas fueron a cocinar mientras que los dos raros salieron a la calle.

- Escucha a esos pueblerinos.- Decía Rob

- Sí, sí, los escucho, jum pueblerinos.

- Vayamos a charlar arriba.

- Sisi, vayamos a charlar arriba.

Subieron y por fin hubo paz en la casa, algo que me desagrada. Si no hay nadie o algo que hacer, me pongo a pensar en el pasado, cosa que no es buena para mí. A pesar de mi dolor de cabeza, me levanté y salí de casa en rumbo a la taberna.

Por mi mente pasaron millones de cosas, tanto buenas como malas. Comencé a pensar en el maestro, ese hombre siempre me hacía sonreír a pesar de ser tan estricto. Luego pensé en Katia para alegrar mi tarde, pero recordé que no la había visto desde hace mucho y que era probable que no lo hiciera otra vez, por lo que volví a caer en la tristeza. Después pensé en mamá. Creo que ella era amiga del maestro, aunque no recuerdo haberla visto mucho, sólo una vez que llevó galletas. Aquella vez nos platicó sobre su terreno en la zona uno, decía que había muchos animales y cultivos muy bonitos que algún día, si nos daban permiso, nos llevaría a conocer. No sé qué habrá pasado con todo eso.

Este Reino es bastante peculiar, está dividido en cuatro zonas, nosotros estamos en la cuarta, muy cerca del castillo, pero ese rey perezoso nunca sale a mover el culo.

- ¡Don Donete!- Grité entrando a la taberna.- Sírvame una cerveza.

- Aquiles, ¿qué te dije ayer?- Salió de la taberna jalándome junto a él.- No te voy a vender más.

- Que bueno porque no traje oro, entonces va por su cuenta.- sonreí

- Nel pastel, claro que no. Mira.- Dijo en tono serio casi como un susurro.- Se que estas triste, pero no puedes andar por la vida simulando que no pasó nada, evitando tus problemas. Sobre todo cuando tienes una familia que te quiere y aprecia.

- Ellos no son mi familia.- Dije mirando al suelo.

Donete suspiró.- ¡Ya se!-Exclamó.- Esperaba darte esto para el día en que lograras algo de tu vida, pero creo que te lo daré ya, tal vez con esto harás algo productivo.

- ¿Qué está diciendo?

- El maestro me dejó un papel, espera, lo tengo por aquí.- Buscó entre su atuendo lleno de grasa.- Sí, aquí está. Son unos números y letras extrañas, quizá tú puedas entenderlos. Debo irme, ya sabes, el negocio. Hasta luego Aquiles.

Me despedí y mantuve mi vista sobre el papel. Era una escritura antigua que el maestro me enseñó, el papel decía:

Caverna zona cuatro. 21112017



Arte Elemental: Susurro de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora