Capítulo 12.

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Abril 17, 2013

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Abril 17, 2013.

—Técnicamente para ser domingo y siendo sincero, no te esperábamos —Comentó Franco, viéndola entrar en su habitual paso lento a la oficina.

—Técnicamente, pensaste mal —comentó copiando sus palabras— ¿el bastardo de mierda, despertó? —Preguntó sentándose sobre el escritorio frente a él.

—Si —tragó seco al verla tan cerca, en su diminuta falda de cuero— pidió hablar contigo, está muy seguro de que fuiste tú quien dió la orden —notificó apartando la mirada de sus piernas.

—Sería muy estúpido si no lo notara —sonrió tomándolo por el cuello pasando las piernas alrededor de las suyas— a fin de cuentas, nadie tendría las agallas de hacer lo que hicimos.

—Eso comentan los chicos —carraspeó nervioso— ¿vas a ir a verlo o tomarás algo en el bar antes? —preguntó en un vago intento por distraerse.

—No, iré a verlo —se levantó caminando por detrás de Franco— luego pasó por Storni a tomar algo con los chicos —se inclinó y lo beso detrás de la oreja— nos vemos allá —susurró en su oído.

—Si, haré un poco de papeleo aquí y luego me les uniré —murmuró con un poco de dificultad, volviendo a tragar seco.

—Muy bien, te espero —se alejó de él caminando a la puerta— no tardes —le guiñó un ojo y salió de la oficina.

Franco suspiró con dificultad mientras cerraba los ojos y se recostaba en su asiento para recuperarse.

Ese trato era normal de ella, a todos los trataba así, él lo sabía, y era un estúpido al haberse enamorado de esa niña, pero era tarde, ella era la perdición, no de gratis le decían Diabla.

—¿Será real lo que ven mis ojos? —preguntó Sebastián divertido.

—Sería muy amable que dejaras de ser idiota —comentó mientras se acercaba a él.

—Dos veces en la misma semana, amor, déjame ser idiota —rió por lo bajo, mientras lo besaba lentamente abriéndose paso con su lengua.

—Si sigues hablando, me veré obligaba a callarte —murmuró en sus labios, antes de morder levemente su labio inferior.

—Si es así como pretendes callarme, por el amor a Alá, no es mi intención guardar silencio —sentenció reafirmando el agarre en su cintura.

Se impulsó un poco para sentarse a horcajadas sobre él, pasó los brazos por su cuello, acariciando el poco cabello que poseía bajo su nuca.

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