Capítulo 36.

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Septiembre 25, 2013

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Septiembre 25, 2013.

—Quiero que cumplas con tu parte del trato, no puedo seguir esperando —exigió Alán entrando a la oficina de Cervantes. 

Éste levantó la mirada de los documentos que tenía en sus manos y lo miró incrédulo, soltó una risotada haciéndolo estremecer.

—¿Quien te crees que eres para darme órdenes a mi? —Indagó divertido sin inmutarse— no te equivoques niño rico, tú trabajas para mí, yo no para ti, hago las cosas a mi tiempo y si a mi convienen —le explicó con indiferencia— tengo mejores planes para esa niña que acabar con su vida —sonrió de manera macabra, sin acotar nada más.

Alán lo miró confuso y se acercó hasta él.

—Quedamos en que la matarías —le recordó molesto.

—No niño, tú quedaste en ello —rió divertido— a mi me sirve más viva, que muerta.

Se encogió de hombros, encendiendo un puro despreocupado, Alan lo miró molesto y se acercó más a él..

—No puedo esperar, necesito que salga de mi camino, ahora —rugió molesto, sintiendo como sus planes se frustraban.

—Lástima —dijo con falsa voz de pena— no es su momento de morir —le aseguró— ahora, si no vienes a nada más, necesito que te vayas, estorbas —lo echó, haciéndole una seña a Julio para que lo sacara.

—No puedes traicionarme, teníamos un trato —gritó molesto tratando de soltarse.

—Yo juego a mi tiempo y a mi manera, si no estas conforme te largas, no necesito que estés en medio de mis planes —le advirtió, viendo como Julio lo terminaba de sacar.

Aún no era el momento, pero ya estaba cerca la hora de encontrarse entre a frente con la reencarnación de su tormento, si a Diabla no la pudo doblegar, quizá a esa chiquita si pueda hacerla a su antojo.

No podía hacer las cosas apresuradamente, tenía que planearlas muy bien.

Ya tenía a su gente siguiendo sus pasos, siguiendo sus horarios y pasatiempos, cuando fuese el momento indicado, la tendría para él.

No dejaría que se le escapara, la vida había sido muy generosa al regalarle una copia de esa mocosa que no había hecho más que despreciarlo y pisotearlo.

Tenía grandes planes para ella, cuando la tuviese en el paraíso, ella sola querría quedarse.  

Todas se quedaban.

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