Intervalo 5.

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—¿Se puede saber en qué estabas pensando al meterte en ese lugar de mala muerte? —Interrogó Max al borde de los nervios al entrar en el departamento, con él siguiéndole despacio, debido a los golpes que aún tenía

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—¿Se puede saber en qué estabas pensando al meterte en ese lugar de mala muerte? —Interrogó Max al borde de los nervios al entrar en el departamento, con él siguiéndole despacio, debido a los golpes que aún tenía.

—Solo quería correr, escuché a unas personas hablar de ese lugar y pensé que podría servir de escape, necesitaba dejar de pensar —se excusó con gesto cansado, yendo hasta la habitación para poder recostarse.

—Alan, no es necesario que te pongas en peligro para despejarte, casi matas a esa chica —recordó preocupado todo lo que había pasado.

—De no haber chocado con esa chica, tú no hubieses conocido a tu hermano y tú niña malcriada, seguiría en su burbuja de cristal —reclamó resentido— aún no puedo creer que la hayas llevado al mismo lugar que estaba yo —reprochó.

Max le bajó los decibeles a su enojo y suspiro, tratando de sacar la frustración de su cuerpo.

—No era mi intención —se disculpó tronando su cuello con cansancio— necesitaba que conociera a esa chica y sacarnos de dudas, no creí que tardarías tanto en salir por una fractura de muñeca —hizo un mohín de frustración.

—Te recuerdo que tengo las costillas magulladas, y una cervical golpeada —murmuró cansado.

—De haberte quedado en casa, eso no habría pasado —recordó molesto.

No había parado de reprocharle su insensatez al meterse en ese lugar, pero debía admitir que había estado más irritado por la situación que estaba viviendo con su padre y ahora con Mía y posiblemente su gemela, no sabía qué pensar, qué hacer, ni en donde debía estar. 

—Pareces un perro rabioso, gruñendo por todo —dijo el otro en tono triste.

—Perdón, tienes razón, todo esto me esta superando, llamaré a una enfermera para que te cuide, debo volver a la agencia —le informo mientras sacaba ropa del armario para darse una ducha.  

—¿Cómo? —Cuestiono Alan incrédulo, enderezandose en la cama— ¿Acabo de salir del hospital y me vas a dejar tirado para irte con la niña esa? —Preguntó molesto, tratando de retenerlo.

—No armes una escena, por favor, Alan —suspiró cansado— no te voy a dejar tirado, dije que te llamaría a una enfermera, así te ayude, debo ir a trabajar, lamentablemente las campañas son con ella, no puedo solo ignorarlo o faltar, es incumplimiento de contrato y me pueden demandar —trató de razonar, lo más calmado posible.

—Cuando se trata de ella, nunca puedes hacer nada —rebatió el otro, dolido.

Cerró los ojos para serenarse antes de enfrentarlo, pero al verlo hacer un berrinche sin siquiera dudarlo lo desestabilizó.

—Estoy cansado de tus celos y berrinches, no ayudan y no llevan a nada, tengo un deber que cumplir y lo voy a hacer —zanjó el tema con seriedad, saliendo de casa, ya se daría una ducha en el camerino.

Estaba cansado de esa situación, sabía que no era justo para ninguno, pero tampoco sabía cómo salir de ese triángulo que solo él había creado.

No podía negar que empezaba a sentir más por Mía, pero ya tenía dos años con Alán y creía haberlo amado, ya no estaba tan seguro de su situación.

No quería seguir mintiéndole a Mía, tenía miedo que al enterarse lo dejara, pero a su vez, no sabía aún qué pasaba con Alan. 

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