A la muerte y los recuerdos.

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XVII

Cada día vivo para crear nuevos recuerdos

y dar motivos a la nostalgia.

Me siento frente al fuego para lanzarle recortes de periódico,

y espolvoreo las manos, toda mi piel

para con el aire que robo a mis pulmones

alimentar las llamas,

cuyos hijos serán tan melancólicos. 

Nacerán en mitad de una explosión cuando con las piernas

roce los leños chamuscados 

y me las recubra de ceniza para apegarme al humo 

Y abrirme quemaduras en la carne,

tan profundas como abismos

por los que tirar esos recuerdos,

los desechos que desprecia el tiempo

y a los que yo me aferro con los dientes.

Como si el futuro no fuesen pretéritos, 

O el presente una letanía del ayer.

Como si el escalofrío de un engranaje no se hiciese

serpientes en mi boca 

al extinguirse esa fogata de alfileres en los párpados,

la que me hizo dar de bruces

con el propósito de viajar en tantos trenes para venir a limarme las rodillas

a las vías de esta estación incierta,

y con un billete a un único destino: 

Nacemos para construir la muerte, 

ladrillo a ladrillo, 

Con el cemento de las miradas frías

al otro lado del vagón donde descansa la esperanza

como un gusano devorando una manzana podrida,

el peligro que lejos de salvarnos nos ahoga,

nos atrapa.

El invierno de las ratas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora