Al dolor de amor.

109 2 0
  • Dedicado a M.
                                    

XIII

Lo que mejor recuerdo es sin duda la agonía.

Esa celda en el estómago

que me empujaba el amor hacia afuera de las costillas

y por las orejas.

Unos días me estallaba

como una orquesta de timbales

y otras me ahogaba en una burbuja claustrofóbica de sudor frío,

para agazaparme la lengua tras el paladar

y hacer languidecer mis réplicas antes

de que consiguiese materializarlas en los labios.

Para hablar de ti no sé si necesito fuentes infinitas de palabras o de silencio.

Te has vuelto a abrir en mí, como un corte muy reciente,

y vuelves a sangrarme por el vientre

como los volcanes.

Recuerdo que antes a los volcanes

los acompañaba un viento que me quitaba el hambre,

el sueño y la humanidad.

Aquellos días que duró el amor

era inmortal como los parásitos,

y de tu cuello bebía de la leche que sobra

a las madres de los hijos muertos.

Siempre me ha parecido curioso que no exista un nombre

para los padres que han perdido a sus hijos.

Cuando te arrebatan las vísceras es injusto siquiera definirlo.

Una palabra sería demasiado horrible.

Nosotras estábamos deshijadas,

de nosotras mismas,

Y ahora que has recuperado tu forma en mi cuerpo,

que te siento tan tangible,

tan cercana hasta en el tiempo,

quisiera decirte que doliste como mil demonios.

Que no desistes,

que continúas,

arañándome las costras por si

consigues levantar un poco de mi orgullo

y desvestirme del escaso amor propio que me tengo,

que me salva.

Por ti me asfixié la piel cientos de veces.

Ahora me advierten del tabaco,

que deshará mis pulmones,

que me postrará a una cama,

que me hará infeliz.

Suena irónico conociéndote.

Lo cierto es que mi mayor error fue

tratar de respirarte,

capturarte insustancial como el oxígeno

para retenerte dentro de mis órganos

y ser así dos amantes completas.

Yo quería un amor de hechos,

mucha literatura que me vendieron por promesas y sueños,

y que no era sino la más terrible de mis pesadillas.

Ahora voy a dejarte erupcionar

para explorar la otra cara del infierno.

Tienes lluvia en la voz,

Y tu voz es cosa del tiempo,

De la dimensión de los recuerdos.

Pero en mis oídos resuena como una sentencia de muerte,

Cercana,

a la vuelta de la esquina.

El invierno de las ratas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora