XLIV
Cuando me siento a observar
El parque vacío
Siento que las piedras ya no me comprenden.
En los columpios
sin una sola sombra de niño
Se mecen los vástagos del aire
Condensado por el frío.
Es una estampa de una soledad de otro tiempo,
Y no quiero lamentarme,
Ni que un perro se acerque
A lamerme las rodillas
Que le he robado a Lázaro
De sus renglones bíblicos,
Ahora tristes sin lepra
Que los vanaglorie.
En el cielo sobre el parque se abre un corte
Que vuelca una fina línea
De sangre,
Y el tobogán tiene las dimensiones
De los muertos.
Sólo en mi banco persiste
Un latido trémulo,
Agazapado debajo de las uñas
De mis manos
Engarrotadas como la corteza
De un árbol viejo
Que se ha escupido
Al cabo de los años.
Contemplar el parque es un consuelo,
La abstracción de una compañía
Caliente como un beso.
Somos dos verdades sin amparo,
Sin techo,
Sin madre,
Con dos ojos y una boca y pies
Para correr.
A veces creo reconocer
Los contornos de mi barrio
Entre las quejas
Del metal,
Y recuerdo que este parque
Es un reflejo de mí misma,
Encerrada en una piel
Que al atardecer aprende a chirriar.
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El invierno de las ratas.
PoesíaRecorridos de una tarde de lluvia, un domingo por la ventana en la que se deslizan a susurros los secretos de las ratas. Universos desprendidos en abismos, adoquín entre adoquín. Poemas que te escribo, yo o las gotas, las que inundan las alcantarill...