XXXIII
A veces desde este banco
He mirado a los viejos
Con envidia.
El Alzheimer les traspasa los
Ojos empañados,
Que reciben palpitaciones
Leves de sal lejos del mar.
Ojos que no recuerdan
Y han aprendido a hablar
De historia únicamente,
Irónicamente.
Detrás de la acumulación
De sarro de esperar
Roturas en los relojes
Hay cicatrices de las dentelladas
Que el tiempo les da
De noche,
En mitad de un momentáneo
Delirio de lucidez.
Casi puedo escarbar dentro
De esas piedras de roca
Líquida
Que no se estudia.
Y las palomas se preguntan
Qué han hecho
Para merecerse
Ser el blanco de sus ansias
De perpetuarse
Entre sus alas
Que todavía son fuertes para volar.
Los viejos
Son víctimas cuando la
Conciencia arremete temblorosamente
Entre sus pieles flácidas,
Descosidas de un hueso mudo,
Poroso e incapaz de padecer
La suerte de olvidar.
Envidio sus mandíbulas dobladas
Como las columnas deshechas del Partenón,
La lengua arrebujada entre sus encías desnudas
De lamer mordazas,
La precisión de sus manos
Tatuadas de polvo,
Ruinas de callos
Y esmalte vencido de uñas,
Incrustado finamente bajo
Los dedos
Que se han devorado
En su propia carne
Por salir ilesos.
Dedos cobardes de viejo
Y resolución desbocada
En miradas ya marchitas,
Apocadas,
Resueltas en dos rendijas
Tironeantes de una frente
Ceñuda y cabizbaja
Que busca robarle segundos
A las fotos
desterradas al desván.
Pero envidio especialmente
A esos viejos que han
Ganado la lotería del Alzheimer
Y han abandonado
Los tesoros polvorientos
De una vida doliente.
Quién pudiese tomarla,
Arrugarla y lanzarla a la papelera
Rebosante de ensayos de un discurso
Nihilista acusatorio
Que alguna vez todos formulamos
En nuestras mentes.
Quién pudiese darle un puntapié
Al pasado
Y congelarse en un presente incierto,
Un nuevo nacimiento
Que se debate
A tropiezos frente a una fosa
Sin un solo cuerpo.
Quién, quién pudiera llevarse
A la boca
Pan sin haber probado
Nunca el pan,
Quién pudiera esperar
El final sin haberse envenenado
De nostalgias infundadas,
Tan sólo solo,
Placiente sobre una cama
Aséptica
Junto a la curiosidad
Del niño,
Compartiendo asilo
Con pastillas
Y otros productos fraudulentos
De la humanidad.
Quiero inyecciones
Encapsuladas
De Alzheimer para borrar
La certeza del alba
Que arrastra la verdad
Camuflada de esperanza:
Que quise ser un lobo
Solitario
Antes de acabar
Perdida en una inmensa manada
De perros famélicos.
Que antes del amanecer
Me muerdo la cola,
Muerta de agonía
De este instinto animal,
Esta naturaleza primitiva
Que me lanza a los leones
Desarmada,
Alentándome a buscar la compañía.
Retándome a desafiar
Lo que leo en los ojos
De los viejos muertos
De alzheimer desde mi banco.
Que por más que corrieron
No consiguieron
Encontrarse jamás,
Mi preciada soledad.
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El invierno de las ratas.
ŞiirRecorridos de una tarde de lluvia, un domingo por la ventana en la que se deslizan a susurros los secretos de las ratas. Universos desprendidos en abismos, adoquín entre adoquín. Poemas que te escribo, yo o las gotas, las que inundan las alcantarill...