LI
Voy a bajar por la colina
Con la mochila traqueteando
Y un sol bronceador quemándome la espalda.
Me apetece un cigarro,
Pero bah, no hay edad ni sitio para esconderse.
Me escudo en mis cascos, pero los dejo con el volumen bajo.
Me gusta escuchar aunque no conteste.
Me cruzo con un par de señoras
Con cara de jubiladas,
Mejillas derramadas, ojos flojos y acuarelados, tostadas como la canela
y con el pelo tan blanco que resplandece.
Aquí siempre te refugian una sonrisa, que se adivina inminente
Gracias a la curva
que de ejercitarlo ha limado sus rostros.
Cuando menos lo esperas: ¡plaf! Sonrisa encantadora.
Esto es el infierno para los desconfiados.
Sigo descendiendo, innegociable.
"Do you need a ride?" Me fulmina de los beats a las orejas.
Finjo que no me he enterado de nada, y buf, snorto, o resoplo, o como sea (maldita influencia americana).
Seguro que se me pinta en la nariz,
Que he seguido hasta la última de
Sus palabras.
Algunos pensarían que soy extraña.
Pero es que respirar este aire es contraproducente
Y soy desleal a la coherencia.
Me han llenado el pecho
De políticas de exterior, petróleo, Bush y fanáticos islamistas,
Y aquí los deshabitados se esconden
Como si les diera vergüenza,
No los mecanismos y leyes
Que los deshechan
Sino el no poder tomar parte de ellos.
Qué estomago tiene la realidad.
El mío es chiquitito
Y padece acidez.
Me encantan las arcadas que me produce California.
Son capitalísticamente tentadoras.
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El invierno de las ratas.
PoesíaRecorridos de una tarde de lluvia, un domingo por la ventana en la que se deslizan a susurros los secretos de las ratas. Universos desprendidos en abismos, adoquín entre adoquín. Poemas que te escribo, yo o las gotas, las que inundan las alcantarill...