Soledad despertó la mañana del cinco de julio con la emoción y ansiedad propia de la espera de una noticia.
Elizabeth Bayés, en cuanto no se te ocurra atender el teléf.…
— ¿Hola?
— Necesito que estés conmigo dentro de una hora.
— Sí Soledad, yo estoy bien. No, en absoluto, no me acabas de despertar…
— Uf, si pudieras dejar de quejarte estoy segura que ya estarías acá. Hoy se publica a la ganadora del concurso.
Sin despedidas, Elizabeth cortó el teléfono y corrió por la habitación vistiéndose lo más rápidamente que fue capaz. Atareada como estaba no notó que su madre, una mujer de poca estatura, cabello castaño y ojos marrones, la miraba con una expresión entre divertida y extrañada.
— ¿Sucede algo importante?
— ¿Por qué preguntas?
Mariel subió una ceja de forma reprobatoria.
— No sé… quizás porque jamás sales de tu cama antes del mediodía, mucho menos en vacaciones de invierno.
— ¿Recuerdas ese ilógico concurso al que Soledad y yo nos inscribimos?— su madre asintió— bueno hoy sabremos si funcionó nuestro guión…
— Sí ganan ¿tú también irás a Londres?— preguntó Malvina, una de las mellizas adolescentes, mirándola con sus expresivos ojos de color marrón verdoso.
Elizabeth la observó sin responder, ¿iría ella a Londres?, la respuesta era un inmenso “no”, ¿Qué demonios haría ella en un país totalmente diferente, donde no solo hablaban en otro idioma, si no que estaría demasiado lejos de su familia?
— No nos adelantemos a los hechos. Aún no hemos ganado nada.
Diciendo eso salió del cuarto, se dirigió al living, plantándoles un beso en la mejilla a Maia, la melliza faltante y a Sebastián, su padre, para luego salir del departamento.
Fiel a su puntualidad, Elizabeth, se encontró en la puerta principal del edificio donde Soledad vivía.
No fue necesario presionar el timbre, ya que de hecho, la rubia estaba sentada en el umbral esperándola.
— Apúrate— pidió quejumbrosa— abrir ese correo es de vida o muerte.
Rodando los ojos la castaña hizo lo pedido y en diez minutos ambas estaban abriendo el correo.
— ¿Entonces?— preguntó contemplando el semblante inexpresivo de Sol.
— No gane.
—Déjame, necesito abrir el mío.
— ¿Cuando te has inscripto?
— El mismo día que tú, solo que estabas dormida…
Tecleó tan apresuradamente que sus dedos se enredaban sobre las letras de la computadora portátil. Con grandes ojos y mucha atención ambas analizaron el contenido del segundo mensaje. La emoción comenzó a picarles por el cuerpo, pero ninguna de las dos despegó los ojos de la pantalla.
— ¿Allí dice…?
Sol asintió
— ¡Ganaste!— el cuerpo de Lizzy comenzó a temblar sin control, parecía un sueño, pero ahí estaba la respuesta, zamarreó el hombro de su amiga, pero esta estaba estática, por un momento sus pulmones no tomaron aire y su corazón dejó de latir, para luego comenzar una marcha desaforada.
— ¡Iremos a Londres!— gritó.
— ¿Iremos?
— Claro, ¿con quién creías que gastaría el segundo pasaje?
— Ah, no lo sé… ¿con tú madre?
Soledad soltó una sonora y estridente carcajada.
—Eso no va a suceder.
— Por supuesto que sucederá— afirmó seria— en tres días Paul Higgins vendrá aquí y tú no harás nada para excusarte.
El ocho de julio, tal como el mensaje predicaba, un hombre alto, de hombros anchos y cabello negro tocó el timbre del departamento de Lizzy. Observó a ambas chicas con sus pequeños y achinados ojos para luego sonreírles.
Tras intercambiar incómodos saludos, el hombre se sentó en el sillón de la sala de estar, el cual parecía mucho más pequeño ahora que “el gigante” como Lizzy lo había apodado mentalmente, estaba allí.
— No preguntaré si ustedes son quienes viajan, porque es obvio, pero ambos pasajes se encuentran a nombre de: Elizabeth Bayés, ¿Quién de ustedes dos es?
La castaña lo miró con un poco de desconfianza, y después de unos largos diez segundos respondió un duro “yo”.
— Primero les contaré que ambas viajarán a Inglaterra en un avión privado, créanme cuando les digo que viajar conmigo en un avión público hará retrasar las cosas, llegarán allí y se les asignará un chofer, el cual estará a su entera disposición durante el tiempo que ustedes se encuentren ahí. Sé que ambas estudian por lo que día por medio un profesor les explicara lo que deseen. Mis chicos saben que deben comportarse, por lo que ellos no serán un problema… ¿alguna pregunta?
—Sí— dijo Elizabeth, intentando asimilar toda la información— ¿tendremos seguro medico?
Paul la observó extrañado y en su cara se formó una sonrisita pequeña.
— Por supuesto que sí.
— ¿Viviremos juntas?— indagó la rubia algo tímida.
— Vivirán juntas, serán ustedes y los chicos. Estarán ocupando una casa que no se utiliza diariamente, pero que está en condiciones perfectas.
— Volviendo al tema del médico… ¿está cien por ciento seguro de que lo tendremos?
— Completamente seguro, Elizabeth.
Ella le regaló una sonrisa.
— Con respecto al dinero, ¿debemos conseguir un trabajo?
El gran hombre posó sus ojos en su cara.
— ¿Tú eres la desinhibida?
Lizzy rió
— Lo soy.
— Pueden conseguirlo si quieren, pero no es necesario, todo lo que deseen comprar se les será comprado.
Ambas chicas se miraron. Irían a Inglaterra.
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Enamorándome en Londres
FanfictionUn viaje a otro continente. Una nueva familia. Música que entra por tus oídos y se instala en tu alma. Siete personas viviendo dentro de un mismo lugar. "El amor está a la vuelta de la esquina" dijo Sol. "O al otro lado del océano"...