— ¿Puedes creer que estoy a un año de cumplir mi segunda década?— el día dieciséis de marzo había amanecido relativamente cálido, los pequeños rayos del sol se filtraban por la ventana de la habitación del fondo, y Soledad sintió el peso de sus diecinueve años como un yunque aplastante. Su cumpleaños siempre era motivo de queja, la sensación de envejecer aunque sea un año no le gustaba para nada.
Elizabeth por su lado le sonrió, abalanzándose sobre ella para llenarle el pelo de pequeños nuditos y besarle las mejillas hasta que estas estuvieron marcadas por la presión que le ejercía.
— ¡Feliz cumpleaños para ti, maldita anciana!— chilló risueña, quitándose de encima de la muchacha para que pudiera respirar un poco de aire y así volver a su color pálido natural.
La puerta de la habitación sonó con cortos golpes, anunciando que el desayuno “sorpresa” de la feliz cumpleañera estaba allí.
— Pasen— dijo Sol, sonriendo como una niña en navidad al ver los globos y osos de peluche que traían consigo los cinco atolondrados hombres de la casa. Cada uno de ellos tiró de su cabello y besó su mejilla deseándole un gran día, y recordándole lo mucho que la querían, y por un momento la rubia olvidó que sería el primer cumpleaños de su vida lejos de casa.
Luego de desayunar entre carcajadas y buenos deseos la rubia atendió el teléfono celular que había comenzado a sonar impaciente desde hacía varios minutos. Se sorprendió al notar que al menos había 20 mensajes nuevos en su mensajería y no tardó en comenzar a leerlos.
“De: Mai Bennett.
Para: Rubia manzanilla.
Feliz nacimiento para ti, fresita. Lamento no estar cerca para poder abrazarte fuerte, pero espero que tengas un día fantástico. Te quiero mucho”
Rió ante los apodos que su increíble amiga había enviado, extrañaba a esa mujer como loca.
“De: Maia Bayés (Little fangirl)
Para: Hermana mayor adoptiva.
¡Wow! Cumples diecinueve, te extraño torpe niña, saluda a mis cuñados de nuestra parte. Te amo”
Sintió el cuerpo de su hermana junto al suyo, y rió ante su curiosidad.
— ¿Necesitas algo?— inquirió burlona, observándola por el rabillo del ojo.
— No lo sé… ¿quieres que necesite algo?
— Noup…
“De: Hemms.
Para: Sun.
Envejeces demasiado rápido… ¡Já! Disfruta de tú día pequeña duende, por aquí todos te desean un buen día… Oh y Cal dice que le digas a Lizz que mantenga consigo su teléfono”
— No pensé que Luke recordara que era tu cumpleaños— comentó Liz, ganándose una mirada fulminante de parte de la esbelta rubia, aunque fuera realmente una grata sorpresa que su amigo rubio se acordara ella también había pensado que no tomaría en cuenta el día.
— ¿Debería responder?— inquirió con duda, no estaba realmente segura de que contestar al mensaje fuera una buena idea.
Lizzy se encogió de hombros, le parecía un poco inmaduro no devolver a la atención, después de todo Hemmings solo había enviado buenos deseos sin ningún tipo de intención macabra.
—Cálmate, Luke solo fue simpático, no está proponiéndote que vayas a su casa a tener mucho sexo…—la naturalidad de su reflexión la hizo sonrojar y soltar así una gran risa.
— Tienes razón, y exageré.
“De: Jazmine
Para: Sol
Más te conviene a ti compartir un poco de pastel de cumpleaños, aquí te deseamos feliz cumpleaños, y que tengas un buen día lleno de música”
Jazmine Martin había sido la primera persona que se había acercado a ella en la tienda de CD’s donde trabajaba a medio tiempo, y luego de varios meses trabajando juntas se habían hecho grandes compañeras.
Apagó su teléfono con el humor al cien por ciento, y se propuso a disfrutar de su aniversario de vida con la gente con la que convivía todos los días. Miró a su mejor amiga, ella tenía la nariz pegada al pequeño aparato electrónico, mientras refunfuñaba acerca de lo diminutas que eran las letras.
— ¿Qué ha enviado Hood?— investigó, espiando un poco la pantalla táctil, para poder leer con claridad el mensaje que el australiano había enviado a Lizz.
“De: Hood
Para: Lizbeth.
¿Qué hemos hablado acerca de que me hablaras seguido? Me estresas. Deséale un feliz cumpleaños a la rubia, y dile que espero mi parte del pastel. Recuerda que en unas semanas saldremos por televisión, no vayas a querer olvidarlo. Sé una buena chica y salúdame a los raros”
Ambas miraron las palabras escritas y compartieron una larga risa, había cosas que no podían ser normales ni siquiera aunque intentaran serlo.
*******En un abrir y cerrar de ojos los primeros días de mayo comenzaban a asomar, la primavera recién estaba desperezándose trayendo consigo el esperado primer día realmente cálido del año. Solo quedaban dos meses más y luego el sueño de Londres terminaría, cada quién volvería a su vida normal, y todo cambiaría.
— ¡Vamos, Harry!— pidió Lizz tirando con insistencia del brazo musculoso del muchacho, estaban a pocos metros del Ojo de Londres, al parecer ese fue el lugar más interesante para la pequeña castaña que había pedido ir por septuagésima vez. El inglés sonrió de medio lado, accediendo sin rechistar a la petición incesante, y tomándola de la mano simplemente pagó los boletos y comenzó a disfrutar de la vista Europea que ya se conocía de memoria.
— Jamás me canso del paisaje que se ve desde aquí— suspiró embelesada Lizz, pegando su nariz al frío y grueso vidrio que recubría las cabinas del gigante aparato, pestañeó un poco notando que los ojos de Harry no estaban atentos al exterior sino que se pegaban a ella sin ningún tipo de sutileza— ¿tú no te aburres?
Styles negó con una pequeña mueca de gracia en sus labios, ella nunca sería capaz de comprender que no había, ni habría modo en que pudiera agotarse de mirarla.
— Eres algo difícil de obviar— se encogió de hombros, y la ayudó a descender del cubículo cristalizado.
Caminaron juntos, aunque sin tocarse, mientras hablaban de cosas al azar y reían. Pasaron cerca de los baños, y Harry sintió la presión en su vejiga, necesitaba con urgencia utilizar el váter.
— Pixie, ¿puedes esperar aquí por un momento? Iré al baño y volveré.
Ella asintió, y no esperó mucho tiempo para sentarse en un banquillo de piedra que había cerca de allí, al tiempo que pellizcaba el algodón de azúcar que tenía en sus manos.
— ¿Eres Elizabeth Bayés?— preguntó alguien a su lado, sacándola de su ensimismamiento. Era un tipo de cabeza calva, ojos demasiado grandes para su cara y sonrisa bobalicona, alcanzaba quizás los treinta y cinco años de edad y comenzaba a espantar su mirada fija en ella.
— ¿Tengo cara de serlo?— su tono había sido más brusco de lo que hubiera querido, pero la ansiedad que le daba ese hombre le ponía los pelos de punta— de todos modos, ¿Quién es usted?
El tipo limpió un poco el sudor de su frente, las chiquillas preguntonas le molestaban de un modo inimaginable.
— Víctor Dawson, periodista. ¿Eres Elizabeth, o no lo eres?
— ¿Por qué quiere saber si soy o no esa persona?, ¿Qué desea?
El señor se limitó a respirar profundo.
— Necesito hacerte un par de preguntas, nada personal claro, serán cortas— su sonrisa burlona le dio más desconfianza de la que hubiera querido admitir, pero no quería sonar descortés, por lo que solo movió la cabeza de manera afirmativa— ¿Cómo fue el primer episodio con Harry Styles?, es decir, ¿Cómo se conocieron?, ¿Qué piensas de su fama?, ¿Qué es lo que te llama la atención de su persona, tanto física como intelectualmente?, ¿para ti su dinero importa mucho?
Las preguntas le sonaban un poco estúpidas y bastante entrometidas, es decir, ¿por qué él quería conocer tan a fondo las cosas?
— ¿Por qué quiere conocer tanto acerca de nosotros?
— Curiosidad profesional, querida.
— De acuerdo… Nos conocimos hace diez meses, y desde el principio nos llevamos terriblemente mal. Soledad, me convenció de viajar con ella y yo acepté a pesar de que no era fanática de los chicos. En cuanto a su fama, creo que no es un tema que realmente deba habar, solo diré que su esfuerzo, dedicación y fanáticas lo mantienen vivo, y yo estoy feliz con ello. Las chicas lo aman, a él y a los chicos— respiró hondo y continuó— Oh, su dinero es lo que menos importa, teniendo a alguien como él, lo último que miras es su bolsillo, claro está que esas ganancias sirven mucho a la hora de las donaciones y obras, como la ayuda que le da a su familia, pero no creo que sea la causa más importante. Harry es alguien inteligente a su manera, tiene formas de pensar diferentes a las mías, por supuesto, pero nos complementamos a la perfección. Sus ojos y sonrisa son sus partes físicas más llamativas y las que más me vuelven loca.
Al terminar posó sus grises ojos en el rostro del entrevistador, cuyo semblante no era demasiado simpático.
— Gracias, cielo— agradeció con exagerada melosidad, estrechándole la mano y saliendo de ahí como alma que se la llevaba el demonio.
Elizabeth abrió grande los ojos, nunca terminaría de entender a ese tipo de personas, aunque no le dio mucho sentido al seguir dándole vueltas y caminó hasta su novio, quién la esperaba impaciente con una expresión de total molestia.
— ¿Qué quería?— indagó, agarrando una de sus manos y entrelazando sus dedos, un gesto algo extraño ya que él no era quién generalmente hacía eso.
— Saber ciertas cosas acerca de Elizabeth y Harry— respondió encogiéndose de hombros, restándole importancia para no incomodarlo.
— Detesto a los periodistas, siempre están en busca de nueva información, pareciera que de eso se alimentaran. Pequeños buitres insoportables— se quejó enredando un dedo en un mechón de cabello largo de ella.
— De eso viven, cielo. Ahora volvemos a casa, estoy muriendo de hambre.
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Enamorándome en Londres
FanficUn viaje a otro continente. Una nueva familia. Música que entra por tus oídos y se instala en tu alma. Siete personas viviendo dentro de un mismo lugar. "El amor está a la vuelta de la esquina" dijo Sol. "O al otro lado del océano"...