•Capítulo 58: "Si amas algo déjalo ir"•

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Entró a la sala dejando detrás a Liam y Niall, había mucho que pensar y no estaba en condiciones para discutir con ninguno de ellos, aunque verlos tan cómodos y tranquilos la enfureció. El cólera ciego que bullía en su interior le hacía difícil respirar, una parte de ella quería golpear duramente a sus amigos pero la otra parte de sí misma gritaba porque ahora estaba sola, en un país horriblemente alejado de su familia, solo quería ir a su habitación y acostarse sobre sí para llorar mucho.
— ¿Se sienten bien ahora? ¿Están felices?— apretó los puños con fuerza, los nudillos le dolían por la presión algo que agradeció porque de lo contrario hubiera saltado contra ellos, no importaba que tan famosos, altos o musculosos fueran, ellos no conocían el enojo verdadero.
Louis giró la vista quitándola del televisor para mirarla, sus ojos azules podían congelar a cualquiera, no había nada más helado que verlo así, no era ni por asomo el tipo que había sido con ellas los otros meses y dolía como una perra.
— ¿Deberíamos?— nunca había oído algo tan desgastado como la voz gangosa de Harry, parecía una luciérnaga apagada.
— No, claro que no. Son unos idiotas inmaduros. Quizás para ustedes la vida continúa, claro que sí, pero yo estoy aquí sola, y comienzo a pensar que esa fachada de "gente dulce" que fingen tener es pura mierda. Decían que la prensa hacía lo que fuera para conseguir algo de público, que inventaba cosas estúpidas para llamar la atención, pero al fin y al cabo ustedes terminaron comprando lo que ellos les vendieron, después de todo no son más que pequeños hipócritas consumistas de porquerías.
— ¡No es lo mismo!— chilló Zayn, tirando el control remoto de la pantalla plana— Ella le rompió el corazón a Harry.
— Lamento contradecirte, pero las mentiras que ustedes creyeron fueron las que le rompieron el corazón. Añádele el hecho de que ella se fue, y ahora no hay modo alguno de arreglar todo esto.  
 El silencio se extendió rápido por el lugar, nadie quiso seguir hablando. Soledad se dirigió afuera, quería que alguien comprendiera que todo el problema era una verdadera estupidez y que estaban hiriéndola, pero al parecer ninguno de ellos tenía consciencia acerca de eso.

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Aplastó el cuerpo en la butaca, el sonido la envolvía completa pero ella no conseguía distinguir nada concreto, le pitaban los oídos por la cantidad de llanto que seguía escurriéndole de los ojos. Agradeció mentalmente que las personas a su alrededor estuvieran tan metidas en sus asuntos porque no estaba apta para dar explicaciones engorrosas, mucho menos para recibir falsos consuelos.
El teléfono no había dejado de sonar desde la mañana, creyó que si lo evitaba el aparato dejaría de molestarla pero no había modo alguno de hacerlo callarse, así que simplemente lo manoteó de adentro del pantalón, quejándose en silencio. Había mensajes de todo tipo, desde preguntas hasta regaños, y miles de notificaciones en twitter que debían de ser la mayoría insultos, los cuales no quería leer pero sabía que acabaría revisando, solo para saber que tan grande era el daño a reparar.
"De: Mamá.
Para: Liz.
¿Sabes cuándo saldrá tu vuelo? Estaremos esperándote en el aeropuerto. Te amamos, bebé."

"De: Asiático.
Para: Lizbeth.
¿Quieres que te llame? Lizbeth, has ignorado el celular todo el día, estás preocupándome. Respóndeme o de lo contrario iré por ti y te haré daño".
"De: Bennett
Para: LizzyLiz.
Voy a matarlos lentamente. Todo estará bien. Te amo"
Cerró la mensajería, y de inmediato presionó la red social. Se asustó un poco al leer las amenazas, y sorbió las lágrimas ante los insultos y menosprecios, ella no los merecía pero no era capaz de pelar contra tanta gente a la vez.
"Eres una pérdida de tiempo", "Al fin y al cabo no eras más que una basura", "Harry se equivocó contigo", "Muerte", "no sirves para nada", "Eres una zorra"
Profirió un grito sordo, enroscando sus rodillas hacia arriba para abrazarlas con sus delgadísimos brazos, deseaba tanto un poco de contención que creía que estaba por desvanecerse. Cerró sus ojos, con la estúpida e infantil idea de que, al hacerlo, todo sería como siempre, ella estaría bien, en casa con su madre y sus hermanas, riendo, oyendo desde lejos la loca historia de que alguien más vivió con cinco famosos artistas. Tenía miedo.

Enamorándome en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora